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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

"Mamma mia!" en el ecuador de nuestro viaje

Si a cualquier profesor de lengua se le caería la baba viendo cómo un exalumno suyo publica una gran novela, o a cualquier profesor de inglés le encantaría ver hablar con soltura a sus alumnos en la lengua de Shakespeare, o a cualquier profesor de física le llenaría de satisfacción que un exalumno suyo trabajase en la NASA... imaginaos cómo me puedo sentir yo viendo a los míos representando en su lengua materna un musical de más de dos horas de duración, sin cortes, cantado en directo, con coros y bailes, al mismo tiempo que lidian con el rigor de tener que estudiar y aprobar exámenes.
La palabra "orgullo" se queda hueca, "gratitud" suena pobre, "asombro" pecaría de una desconfianza que nunca ha tenido nada que ver conmigo y "satisfacción" sería algo pretenciosa por mi parte. Ni para ti ni para mí, vamos a dejarlo en un "feliz como una perdiz" y que cada cual apostille lo que le plazca.
Aún nos faltan tres representaciones antes de un merecidísimo verano, pero sé que aún pueden seguir acojonándonos. Y lo sé porque los conozco. Es lo que tiene la música: escuchar, compartir, aprender. 
Gracias, fenómenos. Y que el ritmo no pare.

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