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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

Celda 211: una película que levanta ampollas y empaña el espejo en que nos miramos

Celda 211: una película que levanta ampollas y empaña el espejo en que nos miramos

Efectivamente, la última película de Daniel Monzón, Celda 211, (trailer), saca a la luz muchas cuestiones que evitamos tener en consideración en nuestro día a día: la corrupción de determinados profesionales, las condiciones de vida de los presos, el terrorismo y las reacciones de la sociedad y el gobierno ante sus tentáculos, siempre activos pero no siempre visibles.

Con una actuación magistral de Luis Tosar, Alberto Ammann, Antonio Resines y Manuel Morón, esta película te atrapa mientras la sangre cae lentamente sobre expedientes carcelarios, salpicando lujosas prendas de negociadores con una moral a precio de costo y representantes del gobierno que vienen a ofrecer como recompensa un maletín vacío lujosamente engalanado.

Algunos de los ingredientes que pueblan esta menestra tan variada son: unos rehenes terroristas que mantendrán en jaque a los geos y al personal de la cárcel, un cabecilla con un corazón que no le cabe en el pecho (violento y decidido, pero noble y fiel a su palabra), un funcionario corrupto que disfruta pegando a los presos y, en medio de todo este barullo, un hombre que empieza su trabajo como funcionario de cárcel se verá absorbido por la vorágine de acontecimientos, cuestionándose el sentido de su trabajo, el para qué de un sistema que "aparta la basura de delante para que no huela", incapaz de dar una segunda oportunidad a gente que no siempre tuvo una primera.

El problema que subyace (creo) es la actitud de la sociedad que, una vez que se ha librado de unos cuantos delincuentes, mira para otro lado y sigue su vida, sin saber si hay malos tratos en la cárcel o si la dignidad humana de personas que se equivocaron en la vida y ahora pagan por ello está en entredicho.

La cárcel debe ser un instrumento de reciclaje, no un contenedor. Debe ayudar a personas que tomaron las decisiones erróneas a retomar su vida, convertirse en seres aptos para convivir en la sociedad y ganar el pulso a las drogas, la corrupción, los crímenes y la violencia. Si lo que encuentran en ella es más droga, corrupción, crímenes y violencia, entonces la cárcel no recicla, perpetúa. En ese sentido, es una fosa común en la que se entierra a gente en vida con la satisfacción de quienes celebran su existencia y la vergüenza de quienes no comprendemos su función.

Como personas que integramos la sociedad, que somos responsables de todos estos hechos de una u otra manera, deberíamos adoptar consciencia y plantearnos qué se puede hacer: cualquiera de nosotros (cualquiera) puede estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado, y si eso ocurre la ley caerá sobre nosotros como una tromba de agua ante la que no tenemos paraguas. No hablo de asesinato, por supuesto, pero por ejemplo si estamos con amigos que llevan drogas en su coche (sin que lo sepamos, claro) y nos paran las fuerzas del estado, iremos todos al calabozo. Si estamos en el lugar equivocado, siendo inocentes, sin poder demostrarlo, seremos (ante la duda) culpables de, se nos aplicará la ley con todo su rigor, de modo injusto (¿qué es del "habeas corpus"?, ¿ ya solo es un recurso cinematográfico en películas policiales?). Y ante eso la sociedad mirará para otro lado: "cinco camellos menos", dirán.

Gran película, os recomiendo que la veáis.

Si queréis ver una película sobre la erótica del poder, sobre cómo la gente cambia al adquirir poder, os recomiendo que veáis El experimento (2001), una película en la que un grupo de voluntarios se distribuye los papeles de carceleros y presos y son filmados, llevando demasiado lejos las vejaciones y torturas de los desfavorecidos.

1 comentario

Paquito -

Bunea crónica!