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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

Se mecen los cerezos al son del sable

Se mecen los cerezos al son del sable
Se mecen los cerezos al son del sable
su danza se adivina siguiendo la estela de astillas con que firma el samurai
un garabato que desdibuja la efímera y dudosa línea que separa la vida de la muerte
Se mecen los cerezos al son del sable
 
Una mirada atormentada
roba imágenes a los transeúntes
imagina historias a las que los ata, haciéndolos protagonistas
espera atenta la llegada de una idea
y mientras tanto sigue robando vidas
como quien coge las manzanas del árbol prohibido
pensando que nadie le observa
pero un horror indescriptible se enquista en sus pupilas
cuando se descubre prisionera,
enjaulada entre las pestañas
de otra mirada atormentada
 
Es entonces cuando se sabe personaje de otras historias
otras porque no las narra
otras porque no conoce su final
otras porque no sabe
que acaba de cerrarse el libro
y no hay firma,
no hay nada.
 
Se mecen lo cerezos al son del sable
que una mirada atormentada vio danzar
entre aquellos dos jóvenes amantes,
pero también se mecen al son del sable
de aquella otra mirada atormentada
 
Las pupilas devoradas caen enfermas
no pudiendo resistir las embestidas de aquel canto perezoso
el arrullo calentito y acogedor de un edredón
que aún huele a amapola y nenúfar y lavanda
 
Los ojos arrebatados al poder de la conquista,
sometidos al encantamiento de la almohada,
sólo pueden cobijarse,
olvidar que una vez empuñaron un sable,
olvidar que mecerse no es morir,
olvidar que el cerezo nunca olvida,
y derretirse en la ironía de un quizás.
 
Se mecen los cerezos al son del sable

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