El haiku de Juliana: nuevo texto
El haiku de Juliana
Aquella mañana Juliana se levantó de buen humor. En cuanto llegó al comedor del convento, se dirigió a la Madre superiora, una señorona entronada en su silla de ruedas probablemente desde antes de sentir la llamada del Altísimo.
-Buenos días, Madre.
-Que el Señor esté contigo, respondió, con la boca llena de trozos de magdalena y café.
Un beso en la frente rescató a la anciana y le permitió seguir devorando el desayuno; fue un beso veloz, como una disculpa que se pide entre dientes, cálido, como un apretón de manos entre diplomáticos, mil veces falso y tan sólo en contadas ocasiones sincero, oscura sinécdoque de un amor prohibido.
-Juliana, hermana, ¿sabes que las internas están escribiendo poemas japoneses muy breves... haikus?
-No tenía ni idea, madre.
-Ayúdalas escribiendo uno para ti. A ver qué se te ocurre.
..."
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