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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

Nuevo texto: "Florero vacío o flores sin jarrón?"

Nuevo texto: "Florero vacío o flores sin jarrón?"

¿FLORERO VACÍO O FLORES SIN JARRÓN?

 “Por tanto, y considerando que es un hombre peligroso para la sociedad, pido su encarcelación y la compensación económica oportuna, siguiendo los pasos legales conducentes a ello.”

 

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“Las rosas para las ocasiones importantes, pero siempre relacionadas con el amor…”

 

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Si fuera otro día, Julián habría seguido su rutina: primero, se habría levantado a toda prisa a las cinco y media de la mañana. Luego, se habría dado una ducha rápida "por parroquias" con esa agua tan fría y sana de la sierra.

 

Se habría pasado por la tabacalera del pueblo a comprar su desayuno de estraperlo: un trozo de pan rescatado de entre las barras de pan de Marcial y un poco de queso de oveja, acompañados por un buen vaso de leche.

 

Habría visitado el balconcito de Guadalupe, la jovencita recién llegada de las Américas que vendía flores en la plaza y esquivaba miradas envidiosas y seductoras a partes iguales.

 

 

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“… Si son negras son elegantes, misteriosas y reservadas…”

 

 

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Habría cogido las ovejas en el establo del párroco, Don Manuel, y se las habría llevado entre cabeceos agotadores y aún borrándose las huellas de pintalabios con el dorso de la mano, tan tosca para casi todo pero tan hábil para alguna que otra cosa.

 

Habría visto amanecer sentado en su roca favorita, mientras el concierto de cascabeles y cencerros cortaba el césped, engullendo los brotes más tiernos de la colina.

 

Habría recordado que en dos días mamá hubiera cumplido ochenta años, pero los planes del Señor habían sido otros.

 

Habría comido un par de manzanas y otro trozo de queso, con pan duro de hace tres días.

 

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“… si son blancas, son casi siempre puras y sinceras…”

 

 

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Se habría dormido una siestecita, en la que habría soñado (como siempre) con un chalé impresionante, con piscina, con siervos y siervas, con un jardín precioso cuidado por Guadalupe y una cocina atendida por mamá…

 

Habría esperado a que cayese insistentemente la lluvia antes de decidirse a recoger el rebaño, pero acabaría haciéndolo por temor a las represalias de Carlota, la "sobrina" de don Manuel, dueña de las ovejas del pueblo.

 

Habría refunfuñado ante la rebaja de su jornal, dadas las adversidades climatológicas, pero habría terminado despidiéndose con una sonrisa bobalicona, de provinciano pánfilo al que nunca podrían pisotear lo suficiente, para acabar llegando a casa cansado, empobrecido y con hambre.

 

Allí, ya al atardecer, se habría encontrado con su esposa, Ramona, una mujer bastante ruda, con demasiado pelo en todo el cuerpo, una mirada seca y unos labios generosos. Se habría entretenido con ella a pesar de sus cincuenta y ocho años, le habría hecho el amor y, agotado, se habría derretido entre las peludas y pesadas mantas de su dura cama conyugal, bajo la atenta mirada de un Cristo de cerámica y un par de ángeles regordetes y cotillas.

 

 

* * * * * * * *

 

“… pero las rojas son sublimes, porque son universales y porque recogen dentro de sí todos los aromas del campo, todas las fragancias de la bella juventud y son muestra viva del frágil equilibrio entre edad y hermosura.”

 

 

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Habría dormido del tirón y se habría vuelto a despertar tan sólo media hora antes del nuevo día.

 

Pero ese día no era un día cualquiera.

 

 

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“… Los crisantemos son más socorridos para las ocasiones funerarias: ese color amarillo tan apocado cuando empiezan a secarse reproduce fielmente el destino macabro que nos depara la caja…”

 

 

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Ese día era el día en el que Julián, ese hombretón campechano y cercano, humilde, creyente de calendario pero no en conciencia, llegó a casa antes de lo previsto, y descubrió que Dios no sólo alimenta el alma sino también el cuerpo, y tuvo que perseguir a Don Manuel por el salón de su casa, y no pudo evitar que la ira bajase las persianas de su lucidez aldeana y dejase solo al ministro de Jesús con su furia, una bestia que supo clavarle los colmillos, que pudo desgarrar en girones su piel de lobo cubierto con la del "Agnus Dei", y devoró con avidez el cuerpo y sangre de Cristo, sofocándose en el proceso, pero sin dudarlo ni un segundo.

 

Pudo ver reflejados en sus ojos paternalistas a aquel Julián de ocho años recibiendo no sólo a Cristo, sino también al Padre y al Espíritu santo, y ya de paso a sus manos - aún sin anillos, pero ya con ganas de baba y genuflexión como saludo habitual, merecido premio a sus esfuerzos en el seminario -.

 

Le dio el tiempo justo para eructar un "perdón" de indulgencia plenaria, pero sus oídos estaban taponados por la cera del odio masticado, por la vida protagonizada leyendo un guión escrito con sangre de pecado, envuelta en un pergamino vaticano.

 

Pudo intuír sus gritos estrangulados por esas manos rudas que tantas veces habían decapitado tantas gallinas, recogido tantas patatas, arrastrado tantas piedras y, en tan sólo alguna rara ocasión, acariciado a Guadalupe.

 

Se hizo la oscuridad, se embutió en su gabardina de noche y silencio y, finalmente, durmió.

 

 

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“…Los tulipanes son estupendos para cualquier tipo de ocasión, quizá por eso son mis favoritos. Cuando alguien te regala uno lo hace sin esperar nada de ti, simplemente por el gusto de hacerlo.”

 

 

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Cuando se despertó, había un gran revuelo a su alrededor. Sin terminar de comprender nada, Julián fue conducido al cuartel de la guardia civil.

 

Allí, alguien que él desconocía le leyó un extraño informe con esa voz de señorito estudiado pero sin puta idea de a qué huele la hierba fresca, sin saber lo que es despertarse empapado por el rocío tras un calentón inoportuno (aunque siempre bien recibido), demostrando desconocer la empatía para con los procesados.

 

El informe decía:

"P105. DENUNCIA POR ASESINATO EN GRADO DE TENTATIVA, ART. 621 DEL C.P.

En aplicación del art. 101 de la LECRIM y teniendo en cuenta el artículo 621 del C.P., por medio del presente escrito se formula denuncia contra Don Julián Ordóñez, cuyo segundo apellido, domicilio y circunstancia esta parte da por conocida, pastor de reconocida virtud pero también extraños comportamientos, basando esta denuncia en el siguiente hecho:

HECHO

El día 11 de noviembre de 1943, estando en plena celebración del magosto otoñal, el mencionado ciudadano, natural de Orihuela, abandonó su rebaño e hizo aparición en su domicilio familiar, con una actitud agresiva e irreflexiva, y golpeó repetidas veces al párroco Don Manuel hasta dejarlo inconsciente, dándolo por muerto. Intentó estrangularlo, le dio patadas y puñetazos, lo tiró al suelo.

Por tanto, y considerando que es un hombre peligroso para la sociedad, pido su encarcelación y la compensación económica oportuna, siguiendo los pasos legales conducentes a ello.

En Orihuela, a 12 de noviembre de 1943."

En cuanto hubo acabado la lectura, se quitó las gafas y las guardó cuidadosamente en el bolsillo de su camisa, con cuidado de no rozar siquiera sus galones.

 

Julián se quedó atónito. No supo qué decir. No era capaz de decir lo que había hecho en las últimas horas. No lo recordaba.

 

* *

 

Aquella mañana, Ramona estaba diferente. Algo había ocurrido en su interior, y de repente volvió a sentirse más humana, más suave, mucho más femenina… Había llevado una vida muy dura, basada en una sucesión infinita de pequeños objetivos inmediatos que tenía que satisfacer, y entre logro y logro nunca se había dado un respiro.

 

Los últimos acontecimientos habían ablandado su coraza hasta el punto de que sintió la necesidad inaplazable de ir a misa de doce, recoger un par de velas y ponérselas a la Virgen, llorar un poco por sus pecados y, finalmente, se decidió a comprar unas flores para adornar la iglesia de Don Manuel.

 

Había escuchado que en el pueblo últimamente había una nueva chica vendiendo flores, cerca de la tabacalera. Se miró la barriga, cogió aire y apretó con fuerza el pantalón, ahorcando ese vientre cincuentón incapaz de jugar al escondite con los desconocidos.

 

Llegó con cara de preocupación, pero en cuanto se le acercó Guadalupe se disfrazó rápidamente:

 

- Hola, buenos días, ¿puedo ayudarle en algo?

- Hola, buenas. Yo venía a comprar unas flores.

- Ya, ya… Usted dirá.

- Pues yo… la verdad… esto… ¿Qué tipo de rosas me recomiendas?

- A ver… Las rosas para las ocasiones importantes, pero siempre relacionadas con el amor. Si son negras son elegantes, misteriosas y reservadas; si son blancas, puras y sinceras; pero las rojas son sublimes, porque son universales y porque recogen dentro de sí todos los aromas del campo, todas las fragancias de la bella juventud y son muestra viva del frágil equilibrio entre edad y hermosura.

 

- Ah… vale, vale. ¿Qué más me puede decir?

 

- Pues bien, los crisantemos son más socorridos para las ocasiones funerarias: ese color amarillo tan apocado cuando empiezan a secarse reproduce fielmente el destino macabro que nos depara la caja.

 

- Los tulipanes son estupendos para cualquier tipo de ocasión, quizá por eso son mis favoritos. Cuando alguien te regala uno lo hace sin esperar nada de ti, simplemente por el gusto de hacerlo.

 

En cuanto terminó de hablar, Guadalupe notó que la señora Ramona estaba a punto de llorar, y no pudo evitar cogerla de las manos y tranquilizarla poco a poco, clavándole sus ojillos de fríjol, brillantes y pequeñitos, casi tan oscuros como las intenciones de Don Manuel.

 

*

 

La primera bofetada le produjo un intenso zumbido en los oídos, que se colapsaron al unísono. Casi sin tener tiempo para interpretar lo que ocurría, le cayeron dos más, y unas uñas sucias y gruesas se clavaron en su cara, rasgando su piel dorada y suave con la misma fiereza con que se rompe una quiniela que decepciona con demasiados fallos. Cuando consiguió reponerse logró detener la que hubiera sido la cuarta bofetada, pero la sangre le comenzaba a brotar de la cara, con un picor demasiado insistente, y sintió que se empezaba a marear. En vano intentó apartarse del mostrador, cuando una irónica corona de difuntos cayó sobre la cabeza de su agresora, mientras recibía, finalmente, el tijeretazo que haría hundirse su barca: con la velocidad con que se vacía una tina de vino mal cerrada, pero también con la lentitud con que deja de bombear agua la manguera cuyo grifo se cierra, su vida se desparramaba en un charco de tierra, sangre y pétalos de crisantemo.

 

Como Excalibur en el yunque, unas tijeras de florista coronaban el túmulo fúnebre que ahora era su vientre.

 

Un vientre en el que se pudrían dos meses de embarazoso embarazo, dos meses de amor imposible entre una joven mexicana que vendía flores y un maduro pastor de ovejas que no amaba a su esposa.

 

1 comentario

CHINASKY -

Bonito texto.

¡El día 7 todos a sacar el dinero de los bancos! ¡A imitar a Cantoná muchachos!

http://acratasnew.blogspot.com/2010/11/acratas-por-nuestro-dinero-el-7-de.html