"Si no es por no ir, pero ir para nada..."
Esta triste frase resume la filosofía de vida de tantos y tantos compañeros funcionarios que se resisten a perder un pellizco de su su sueldo para luchar por un futuro mejor.
No los critico, no los cuestiono, ni siquiera me permito la licencia de situarlos en ningún punto ideológico, ya que ni estoy en sus casas para conocer su economía doméstica ni sé hasta qué punto les puede repercutir esa sustracción salarial.
No soy quien para hacerlo y no lo haré.
Pero sí me permito la reflexión en voz alta, el pensar que sería muy triste creer que alguien que opine lo mismo que yo y que (en caso de conseguir cambios con nuestras movilizaciones) acabará beneficiándose de mi compromiso y sacrificio particular se atreva a mantenerse al margen utilizando argumentos tan falaces como: "yo me niego a que me quiten dinero para ir cuatro gatos a la huelga", "yo no le voy a hacer el trabajo sucio a la administración dejándoles que me quiten el salario de un día, que lo que quieren es dinero", "estas huelgas no sirven de nada que no va nadie", "ahora ya os toca mojaros a los profes jóvenes que nosotros ya luchamos en nuestro momento", etc.
Si uno no está de acuerdo con las motivaciones de la huelga, estoy conforme con que no se unan a la causa.
Pero reconozco que me jode un poco oír argumentos que yo diría en bocas de gente que nunca ha ido a una huelga desde que los conozco y que seguirá sin hacerlo, ya sea por vagancia o por morro. Si es por cuestiones económicas no digo ni mú.
Mi madre, que fue liberada sindical y que sigue siendo una maestra de infantil acojonantemente moderna para su edad (55 tacos), está muy jodida porque no se puede permitir económicamente un sablazo de 100 euros por cada día de huelga. Nunca la juzgaré por ello, ya que sé que es una curranta como la copa de un pino y que se ha apuntado a todas las batallas habidas y por haber. Supongo que algunos de mis compañeros podrán estar en la misma situación, aunque no tantos.
Es un derecho, no un deber, y efectivamente es el último recurso que le queda a un trabajador para exigir una dignidad laboral y un respeto hacia sus atribuciones que muchas veces peligra.
El discurso de la derecha se ancla en que los sindicatos no curran lo suficiente (cierto, pero habría que concretar qué sindicatos y en qué circunstancias, y aún admitiendo eso como una realidad no creo que una huelga tan relevante como la de mañana merezca descrédito por tan poco).
A mí me produce cierta tristeza leer que en Madrid el seguimiento de la huelga está en el 69% de promedio y sin embargo por aquí (hablo de los datos que manejo) la cosa está en el 28% más o menos.
Siempre ha habido huelgas más justificadas o menos, con las que uno se podía sentir más o menos conforme, y yo he estado en ambos lados siempre: puedo decir que me apunté a 3 de cada 4 huelgas de las que tuve noticia, pero reconozco que también puede haber quien no simpatice con la causa.
Lo que a mí me rompe es que se pueda simpatizar con la causa y se deje el trabajo sucio a los demás.
Eso me revienta.
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