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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

EFEMÉRIDES, poema para el día de Santa Cecilia

EFEMÉRIDES, poema para el día de Santa Cecilia

EFEMÉRIDES
Absurdos que recuerdan en el calendario
recados que hay que hacer para ser correctos,
fechas que son solo sellos que otros ponen
en los sobres huecos que son para muchos las semanas.
Obligados a saberse de corrido
que ayer fue el día de este u otro santo,
que mañana será, de nuevo, sanloquequieran
los que mandan, dictan mucho y leen poco.
¿No es absurdo dedicar un día a algo
y olvidarlo todo el año, hasta que vuelva?
¿o será que, en el fondo, algunos quieren
que se guarde en las conservas de lo muerto
aquello que para muchos es el alfa de la vida,
y que sin ella todo es nada?
Caen las hojas de publicidad, lunas y santos,
como mondas de naranja fuera del cubo de la basura,
como pieles de patatas mal peladas,
como copos de nieve de ayer y nunca.
Se solapan en el charco que hoy humilla
zapatillas rotas, pero cómodas (¡y cuánto!),
forman grietas espejadas donde flotan
fotos que ya están en sepia y son mañana,
porque el que lo escribe para saber que existe
no es ni sabio, ni precavido, triste,
hombre huraño que agoniza sin descanso.
Hoy es viernes, 22 de noviembre, 
un día que para otros solo es uno más,
que para unos pocos es Santa Cecilia,
la patrona de los músicos, coitada,
no sabe la guerra que tiene por delante.
Para otros hoy es viernes, uno más,
el principio del penúltimo fin de semana
de un noviembre facha y gris, oscuro,
pePPero, agorero de una pobreza
que, confiados, creímos superada,
a ella nos llevan de la mano,
con los votos en la boca
y el bocata en la mochila,
hacinados, en los buses de un imserso
en el que hay críos de veintipocos
con el corazón tan hueco
como la cabeza,
eso sí, los bolsillos llenos,
el pelo engominado
y la tarjeta de aquel médico amigo que hace abortos
a buen precio en el extranjero.
Seamos felices, hoy es día de los músicos,
fecha entrañable colindante con otra fecha
con un poco más de actualidad: el 25 de noviembre,
día contra la violencia con la mujer.
Es triste pero este país
sabe mucho más de esto que de aquello,
de pegar que de educar en música,
digo,
que luego algunos leen y no lo entienden.
Porque el calendario está lleno de tachones,
garabatos, 
de recados y mensajes,
como el móvil, pita que pita,
un bebé insolidario que hace padre al más solitario
y lo ata a un sinfín de necesidades innecesarias:
cárgame la batería, súbeme el volumen,
me quedé sin datos: busca wifi,
estoy petado de mensajes: borra unos cuantos,
hoy me apago cuando me sale de los puertos USB
y tienes que ponerme otro biberón
y no duermas sin torcerte el cuello diez veces para ver quién te mandó
el último wasap...
Pero hoy es día de Santa Cecilia,
abracemos con esmero al músico que más cerca tengamos
y sintámonos parte de algo para el recuerdo,
aunque el resto del año la música siga siendo un hobbie,
una inversión sin futuro,
un lujo para ricos,
una tontería para poner de florero ante las visitas
y cantar en misa los domingos.
La pregunta que me hago,
sabiendo que mi vida está dedicada enteramente a ella,
a la música,
es ¿qué se puede hacer hoy para conmemorarla?
¿Un concierto?
¿Una actividad musical que libere a otros profes 
de tener que dar sus clases,
para alborozo de alumnos
y reprimenda de políticos?
No, gracias,
seguiré como hasta ahora:
abrazado a su cuello cuando menos se lo espere,
recostado contándole cosas al oído,
buscando aquel lobo en el fa de la tercera cuerda,
escapando del de la segunda,
echando sin resignación la resina que aún resiste
en un arco sin cerdas casi,
pero aún con flechas.
Hoy están de santo aquellos que se han aventurado 
en la difícil empresa de hacer suyo un instrumento,
una disciplina musical,
un estudio.
Aquellos que están hartos de morderse la lengua
al escuchar el mantra ese del "¿y qué más estudias?"
después de haber respondido "violín", o "chelo", o "tuputamadremeadepié".
Aquellos que miden sus días en compases de espera,
en ensayos, en audiciones, en partituras digitadas
y con arcos y con anotaciones.
Aquellos que madrugan para acostarse tarde y robarle al día 
diez minutos más para acercarse solo un poco
a aquella versión que escuchan mientras van en bus
al conservatorio.
Aquellos que sabrían responder con mil frases diferentes
a la absurda pregunta de "¿para qué sirve estudiar música?"
pero ya no lo intentan porque quien hace esa pregunta
demuestra de facto la incapacidad de comprender la respuesta.
Aquellos que saben cómo suena la música de su vida,
y que cada día se descubren a sí mismos tarareando
lo intarareable.
Aquellos que ven los pasos de cebra como pentagramas incompletos,
que sienten que en la vida solo hay soledad cuando
se crean silencios,
aquellos que escuchan el cansancio detrás de cada respiro,
en cada silencio con calderón.
Aquellos que adivinan horas de ensayo tras minutos de interpretación.
Aquellos que tuvieron que esquivar
una y mil veces
los meteoritos de los reproches de tantos profesores
frustrados que se escaqueaban en clase en los conservatorios,
y que atesoraron entre sus brazos cada palabra de aliento.
Pero también es el día de todos aquellos que supieron
qué canción querían para cada momento,
qué verso les llenaba en instantes de incertidumbre,
dolor o intranquilidad.
Aquellos que escuchan mil veces al mes la misma canción
y siguen descubriendo cosas nuevas.
Aquellos que aman a la música por encima de los mercados,
de las modas, de los egos que a veces entorpecen el camino
de la Belleza.
Aquellos que siguen emocionándose al recordar 
su primera actuación en público,
o la primera canción de nana que les cantaba su madre,
o la canción de su primer amor,
o la canción que ahora mismo los acompaña.
La música se celebra viviendo,
haciendo música,
compartiendo música,
llenando de vida los compases de espera,
esperando sin prisa el inicio del siguiente movimiento,
acompañándose de personas que aman lo mismo.
Porque celebrar con desconocidos aquello que es lo más íntimo
muchas veces es un regalo,
otras es un atrevimiento,
y todas, absolutamente todas las demás,
es perder el tiempo
aireando tus vísceras
ante una piara de comebellotas.
Porque eso es lo que alimenta vivir enfundado en una cuadrícula
de calendario:
la zafiedad, el absurdo infinito de que hay algo que celebrar.
Si no pones música en tu vida todos los días
para ti hoy solo es víspera de feria.

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