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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

"Mary Poppins, de haber sido profe, se habría olvidado siempre de ir a los claustros", nuevo relato

"Mary Poppins, de haber sido profe, se habría olvidado siempre de ir a los claustros", nuevo relato

Cuando era pequeño, vi por primera vez una película que llegaría a saberme de memoria: "Mary Poppins". La fantástica historia en la que una extraña mujer, procedente de ninguna parte (vivía en las nubes), llegaba a Londres, salvaba a una familia en crisis familiar, y con la misma velocidad con que llegó se fue.

Es un cuento bonito, con el que muchos de nosotros habremos soñado mil veces.

Una historia de generosidad, entrega, abnegación, empatía, fantásticos resultados y una conducta envidiable, no exenta (eso sí) de ciertos hábitos estrafalarios, cierta heterodoxia y una independencia difícil de mantener en nuestro mundo cuando no tienes un paraguas con el que salir volando.

Al igual que Peter Pan, esta mujer tenía muchas cosas intactas de cuando era niña; al igual que el dragón Eliot, salió de la nada y volvió a ella una vez concluída su tarea; es un ser misterioso, transparente (ya que nada nos preguntamos sobre ella y su conducta, sus preocupaciones, sus sentimientos).

Es ese socorrista anónimo que salva a un bañista y desaparece tras la reanimación, dispuesto a salvar más vidas.

Si Mary Poppins existiera, y hubiera tenido la feliz idea de dedicarse a la enseñanza, estoy seguro de varias cosas: nunca habría aprobado la oposición, nunca habría realizado una programación didáctica, tendría abiertos un par de expedientes disciplinarios, sería el enemigo público número uno de todas aquellas de sus compañeras que fuesen rancias y envidiosas (características demasiado frecuentes en este gremio) pero tendría el corazón de gran parte de sus alumnos en su mano.

Porque si Mary Poppins existiera, sería un elemento tan disruptivo en este sistema tan homogeneizador, tan frío, tan empresarial y, dentro de muy poco, tan privatizado, que ningún tribunal de oposición confiaría en sus métodos a la hora de garantizar el cumplimiento del 100 por 100 de una programación. ¿Qué es una programación? En la teoría, un documento resultado de un enorme trabajo de temporalización y secuenciación de contenidos, procedimientos y actividades para garantizar un aprendizaje significativo, contemplando temas transversales además de los estrictamente curriculares, y preparando al alumnado para llegar a ser individuos críticos y formados en una sociedad democrática. A la hora de la verdad, una programación puede ser desde unas fotocopias hechas a un libro de texto por cuya selección en el departamento te ofrecen un portátil, hasta un compromiso que se cierra en escasos minutos copiando y pegando, mezclando, haciendo eso que tanto nos molesta cuando un alumno te da un trabajo copiado de la red (ya sabéis: control-C, control-V).

Si Mary Poppins existiera, ningún papel habría sido capaz de recoger sus ideas, sus actitudes, su compromiso profundo y serio con los alumnos. Porque nadie duda del compromiso de una buena madre para con sus hijos, y por eso nadie le pide antes de coger al recién nacido entre brazos "apunte aquí, en letra arial 12 con doble espaciado y siguiendo este esquema, su protocolo de actuación con el bebé. Qué hará cuando se orine, cuando llore sin saber por qué, qué hará cuando s eporte mal, cómo celebrará sus cumpleaños..." ¿A que suena absurdo? Una profesora, lógicamente, no es lo mismo que una madre, pero su nivel de compromiso a la hora de reconducir a alumnos poco orientados en su día a día, su capacidad de animar a los alumnos con más necesidades afectivas, y su capacidad de entrega más allá de condicionamientos burocráticos administrativos está por encima de todo.

Si Mary Poppins existiera, alimentaría con sus palabras en boca de otros conversaciones enfermizas, circulares, de cafetería. Sería capaz de arrojar luz sobre las miserias de tantos y tantos mediocres charlatanes sin vida propia, de esos que son tan mezquinos que no habiendo paja en el ojo ajeno y sí varias vigas en el propio alzan el brazo enloquecidos buscando justicia. Ella, Mary Poppins, habría sido capaz de dar lecciones a personas mayores que ella, a profesores de esos que lo son con todas las letras (no porque haya profesores con menos letras - profes - sino porque se encargan, día tras día, de dar un par de remiendos a su valioso título, del mismo absurdo modo que algunos niños pequeños - probablemente hijos de este tipo de padres - sufren al ver cómo las letras de sus nombres se desgastan o descosen en sus mandilones en la escuela infantil).

Si Mary Poppins existiera, no le permitirían quedarse hasta el final de la película, porque pocos son capaces de ver llegar a la meta soñada a quienes juegan con otras reglas, a quienes se burlan de la tiranía de las prohibiciones arbitrarias y al despotismo del discurso unidireccional. Pocos aguantarían hasta el final, y apagarían la tele soñando en un final triste, o incluso entrarían en la película para cambiar el argumento e interponerse entre la institutriz y los niños.

Si Mary Poppins hubiese existido alguna vez, habría sido tan despistada como para recibir llamadas de atención de la Inspección educativa, habría sido sancionada con varios expedientes disciplinarios... Pero todo eso da igual, porque a pesar de que exitan niños que funcionan muy bien y logren llegar a los objetivos de cada curso, a pesar de que haya niños que están obligados a asistir y esté claro que nunca lograrán nada en el centro, en el sistema, hay también otros niños (muchos más de los que nos pensamos, señores catedráticos, doctores y demás) que sin estar en ninguna de las dos situaciones pueden avanzar mucho, pueden obtener una formación humana y personal enormemente importante, que a veces se traduce en un suspenso, pero cuya consideración no cabe en una escala de diez números.

Ese alumno con problemas familiares, ese alumno solitario a quien nadie pregunta cómo está o qué quiere ser de mayor, esa alumna acomplejada por la razón que sea, esa alumna que tiene miedo a lo que siente porque no lo comprende y nadie le dedica un tiempo para averiguarlo, son todos casos perfectos para alguien como Mary Poppins. Casos de personas con carencias afectivas, con muchas ganas de regalar todo lo que son, y que (del mismo modo que la enorme montaña silenciosa e inhóspita) tan sólo necesitan que alguien se asome y diga "hola, qué tal estás" para producir la magia de un eco ensordecedor.

Si Mary Poppins existiera, yo tendría la certeza de haberla conocido. Más de una vez.

Y es que aunque Mary Poppins no exista, sus alumnos están desperdigados por todas partes.

2 comentarios

Julia -

A mí me encantaría que Mary existiera. Más que nada por pura necesidad.
Todo empezó cuando la pequeña Ludmila, de 8 años, pero no por eso menos importante, se apoderó de mi agenda diaria sin pedir permiso y...
Bueno, la verdad es que se entiende mejor porqué necesito que Mary exista de verdad si se lee toda la perípecia por entregas, en el blog de Ludmila von Vampüren.
Yo trato, cada sábado, de encontrar sentido a un asunto que, la verdad, hace que lo de Mary Poppins parezca casi aburrido...

ROSA -

me ha emocionado. gracias