"Tenemos que hablar de Kevin", una película aterradoramente real
Ayer tuve el desquiciante placer de ver esta película, y reconozco que hacía mucho tiempo que no me agobiaba tanto en un cine.
Si no la has visto y tienes pensado hacerlo, no sigas leyendo este artículo,porque la voy a destripar.
EL TEMA PRINCIPAL DE LA PELÍCULA
Para mí el tema principal de la película es la herencia de un vacío afectivo muy pronunciado, de un rechazo que se manifiesta en los primeros meses de vida de Kevin por parte de su madre (Eva), y que cristalizará en el trágico desenlace.
UN PAR DE CUESTIONES RELATIVAS AL ARGUMENTO
La protagonista de la película, Eva, es una mujer feliz, que tiene un buen trabajo, que encuentra una pareja (Franklin) con la que su vida se estabiliza. Están satisfechos sexual y emocionalmente, trabajan los dos (él es fotógrafo de publicidad, ella hace guías de viajes en una agencia), pueden permitirse una casa grande y bonita, etc.
Cuando están en la cuarentena, deciden tener un hijo. Aquí comienzan los problemas: Kevin llega como un bebé inconsolable que no para de llorar, que desquicia a su madre (es terroríficamente convincente la escena en la que Eva se para con el carrito al lado de un taladro, en medio de la carretera, para poder dejar de oír los incesantes gritos del bebé). Desde que él llega ella muestra un desapego tremendo hacia el recién llegado, alejándolo de su lado, no aceptando su lugar privilegiado por necesidad en la familia.
El bebé se convierte en un niño y ella empieza a aceptarlo, a buscar una complicidad que ya no puede ser natural, sino que será en todo momento forzada, artificial, buscada aún en contra de la voluntad del niño. Éste, por su parte, se muestra como un ser diabólico, perverso, lleno de una maldad nada natural en un críod e su edad, y que bien pudiera hacernos pensar en una reencarnación del Diablo o algo así.
Como niño, tiene todo tipo de problemas: no controla sus esfínteres, y por tanto interrumpe la vida sexual de sus padres (la escena de la felación es demoledora en este sentido: la mirada que el niño echa a su madre cuando saca la cabeza de entre las piernas de su padre es muy despectiva, como si ya supiera de qué se trata), atormenta a su madre forzándola a cambiarle una y otra vez los pañales (la escena en que ella le propone repasar los números y él mancha dos veces seguidas los pañales para burlarse de ella y de sus intentos por educarlo así lo pone de manifiesto... tengamos en cuenta la reacción airada de la madre, impotente, que acaba por zarandearlo y lanzarlo contra la pared, con tal mala suerte que le rompe un brazo, y esta será la arma que él utilizará para esclavizarla a su antojo - cuando no la delata, ni ante la doctora del hospital ni ante su padre -).
No mucho tiempo después, llega la segunda hija, que supondrá una reconciliación entre Eva y la maternidad, por una parte, pero que también creará una nueva fuente de conflictos entre ella y Kevin: no es sólo una cuestión de celos entre hermanos, sino que va mucho más allá: supone la pretendida constatación por parte de Kevin de que su madre es una perfecta inútil, incapaz de educar a dos niños, torpe y predecible en sus maniobras por ganarse la confianza y aumentar la cercanía con ellos.
Así se lo hace ver cuando, ya adolescente, ella lo lleva a jugar al golf, los dos juntos, y se burla de dos personas gordas. Ella lo hace o bien porque en el fondo no es tan diferente de su hijo (cosa que el propio Kevin le dice), o bien para intentar ganarse su simpatía, dejándose llevar a su terreno. Cuando se lo lleva después a cenar, todo sale mal, ya que él come en casa justo antes de ir al restaurante, y allí se limita a mirar cómo ella come y bebe vino, sermoneándola miserablemente, y haciéndole ver que no tiene armas frente a él.
El único momento de concordia entre ambos se produce cuando Kevin, enfermo, es cuidado por Eva con todo tipo de atenciones. Es más, ella lo seduce leyéndole el cuento de Robin Hood, que le abrirá los ojos ante su único pasatiempo real: lanzar flechas con un arco. En el momento en que leen el cuento, el padre irrumpe en la habitación con la intención de mimar al niño, pero este lo rechaza totalmente aferrándose a su madre. La reacción de Eva es de alegría (¡!), ya que aunque el niño acaba de abandonar con desprecio a su padre, le muestra por primera vez afecto.
El padre, por su parte, es un perfecto mueble: quiero decir, no ayuda a pautar al niño, no apoya a Eva, no aporta ideas o remedios para superar los conflictos. Se limita a llamar "colega" a su hijo, a regalarle todo lo que cree que puede querer, y a caer en sus redes de control.
La niña es un ser encantador, inocente, perfectamente normal para su edad, y creo que no tiene otra función en esta película que ofrecer un contrapunto dulce a lo que significan Kevin y su madre. Ya se le ve en la cara que no sale a ella, sino a su padre: unos rasgos redonditos, una cara llena de luz, unos ojitos pillos y una vocecita angelical la apartan de los rasgos afilados y marcados de Kevin y Eva, junto a su pelo oscuro y lacio, muy pegado a la cara, como huyendo del exterior, y su extrema delgadez (cuencas oculares muy marcadas y mentón puntiagudo). Se diría que sale al padre (un hombre corpulento, con el pelo rizo y corto pero voluminoso, grandes ojos y apariencia apacible).
Todos estos personajes están atormentados ante el imparable avance del monstruo que hay en Kevin: lo que inicialmente son rabietas de bebé llorón da paso a los pañales eternamente sucios, a la dependencia casi enfermiza de los padres para ir al baño, y luego se transforma en actitudes desafiantes (cuando pintarrajea todas las paredes de la habitación de Eva, que con tanto ahínco había adornado con fotos de lugares del mundo) o incluso vejatorias (cuando escupe en el sandwich y lo pega a la mesa de cristal, por ejemplo).
Esta pelota de nieve irá creciendo y culminará en el final: Kevin mata a la cobaya de su hermanita, a quien le echa sosa caústica en un ojo, y termina matándola a ella misma junto a su padre, así como a muchos de sus compañeros de instituto, siguiendo un enfermizo y maquiavélico plan (compra candados y cierra todas las puertas que llevan al pabellón, y una vez allí acribilla con flechas a sus compañeros).
En el final de la película, Kevin reconoce ante su madre (que lo está visitando al centro de menores donde está recluido, el día en que cumple 18 años y lo van a llevar a la prisión para continuar su condena) que todo lo que ha hecho, realmente, no sabe por qué lo ha hecho, antes sí lo tenía claro, pero ahora ya empezaba a dudar. Parece que el monstruo empieza a albergar un resquicio de humanidad. O quizá no.
ELEMENTOS SIMBÓLICOS Y MITOLÓGICOS DE LA PELÍCULA
Si tengo que mencionar algún símbolo que me llamase la atención, debo detenerme en el color rojo. Sin duda es el que predomina a lo largo de la película, ya desde el principio.
Por una parte, es el color de la fiesta donde se acuestan "a pelo" Eva y Franklin (la tomatina de Buñol), y llama la atención ese primer plano cenital de ella tumbada, flotando entre la muchedumbre, sumergiéndose después en el mar de tomate.
También es el color con que los vecinos, airados por la tragedia final, pintan la fachada de su nueva casa y su coche. Se trata de una casa mucho más pequeña y pobre que aquella en la que habían vivido los cuatro, y se supone posterior a la matanza, cuando ella se queda viuda y completamente sola. El limpiaparabrisas esparciendo los restos de pintura por el cristal mientras ella busca un nuevo trabajo, después de todo lo que fue (editora de guías de viajes de éxito), y los vecinos clavándole la mirada a su paso por las calles, son enormemente sugerentes: una mancha en su pasado que no podrá borrar, haga lo que haga (y así lo vemos en sus múltiples esfuerzos por quitar la pintura de la fachada). Así debe de ser su sensación de culpa hacia su hijo, por no haber evitado la catástrofe.
El rojo es el color de los botes (de tomate, otra vez!!) que hay en las estanterías del supermercado, cuando se esconde de la mirada inquisitorial de una vecina, que le rompe los 12 huevos de su huevera, y que ella no intenta cambiar al pagarlos en caja, tal es su sentimiento de deuda con el mundo.
El rojo es el color de los números del despertador, que aparecen difuminados mientras ella intenta conciliar el sueño, y que siempre (siempre) marcan el paso de las 12:00 a las 12:01.
Y, por supuesto, el rojo es el color de la sangre, esa sangre que se nos ahorra al no mostrarnos la matanza, sino únicamente la cara de loca satisfacción de Kevin, mientras dispara flechas a sus amigos, con ese saludo final al "público", como quien acaba de dar un concierto de música clásica, y esa rendición pacífica ante la policía, una vez que todo está acabado y los agentes logran romper los candados. Un crimen perfecto, y un asesino cínico. Crimen perfecto porque su auténtico objetivo seguiría vivo para sufrir por lo que hizo, aunque él quedase preso. Y un asesino cínico porque sabía que siendo menor de edad no le caería la pena capital, sino una condena irrisoria comparada con la gravedad de su crimen.
En segundo lugar, el otro elemento simbólico que quiero destacar es la elección de los nombres de los protagonistas, los verdaderos protagonistas de la película: Eva (que significa "dar la vida" en hebreo) y Kevin (que significa "nacimiento feliz" en celta). Es totalmente contradictorio con la esencia de esos dos personajes: ella no quiere ser madre, se siente "recipiente" de un bebé, y todo lo que tiene que ver con Kevin a ella le supone dolor, renuncia y angustia.
Con respecto a los elementos mitológicos, quiero relacionar a los protagonistas con los siguientes personajes y mitos de la Antigüedad clásica grecolatina, y también de la tradición bíblica:
Eva funciona, por una parte, como la mujer fundacional de una familia (Adán y Eva), la mujer que le da a su esposo a su primer hijo varón, y que más adelante le da también una hija. Esta segunda hija no sabemos si la tiene para "castigar" a Kevin o porque realmente la quiere tener... Su marido, Franklin, está encantado con sus hijos, y hace la vista gorda ante todos los excesos de Kevin. Podríamos decir que ella es una Cassandra enloquecida a la que no creer, ya que no hace más que rechazar a su hijo y acusarlo de cosas que nadie más que ella ve. Pero también podemos relacionarla con Medea, en la medida en que rechaza a su hijo y tan sólo tiene interés (al principio) por su esposo, ese Jasón que acabará abandonándola (primero, ante las acusaciones que arroja contra Kevin, no creyéndola; después, cuando él muera y ella se quede sola con la culpa y su hijo encarcelado).
Kevin es una extraña mezcla entre Caín (pues atormenta, hiere gravemente y termina matando a su hermana, un ser encantador que lo adora y obedece tontamente durante toda la película) y Edipo (ya que mata a su padre y lo destrona en su puesto de "acompañante de mamá", aunque nunca podríamos decir "pareja"; además, la relación que se establece entre Kevin y Eva es enfermiza, con delirios, agresiones, insultos... pero al mismo tiempo una dependencia obsesiva que utiliza elementos de control como la compasión, la culpa, el perdón, el castigo...).
CONCLUSIÓN
En definitiva, aunque seguro que hay muchas más cosas interesantes que comentar (como por ejemplo el uso magistral que se hace del tiempo, revolviendo todos los momentos y entremezclándolos, dándole al espectador la única ayuda de un cambio de peinado en Eva, y repitiendo una y otra vez escenas obsesivas, como la limpieza de la fachada o la llegada de la policía al lugar del crimen...), creo que esta película es un drama-thriller tremendo en el que se ponen sobre la mesa muchas cuestiones de rabiosa actualidad ante las que no podemos ser indiferentes: por una parte, la soledad que acecha en cada esquina, y la facilidad con que perdemos nuestros apoyos o nos granjeamos odios viscerales. Por otra parte, las relaciones familiares, que muchas veces se malinterpretan, se rebajan (el padre que es colega del hijo), se desgastan (el hijo que ya no valora en nada al padre porque sabe que lo tiene a su disposición) o no existen (la relación entre Kevin y su hermana, no así a la inversa).
Una mujer que no quiere ser madre y que trae a este mundo a un niño al que no sabe querer desde el principio, aunque luego intenta corregir su error (no sabemos exactamente si por amor repentino o simple culpabilidad). Un hijo que ya nace"atravesado", despreciando a quienes le daban todo, sin ningún apego hacia sus semejantes, con una inteligencia emocional nula y capaz de llevar a cabo una masacre que aterrorizará a su vecindario.
¿Semilla del mal? No, se recoge lo que se siembra. Aunque luego queramos rectificar hay cosas para las que no siempre se está a tiempo. ¿Se puede llamar amor a lo que Eva le ofrece cuando quiere jugar con él a la pelota o lo lleva de cena? ¿Habría sido Kevin diferente si su madre le hubiera dado amor desde el principio?
2 comentarios
sergio -
alexia -
me complementó la pelicula, que aún después de meses de hablerla visto, me sigue intrigando y sigo descrubriendo cosas nuevas.