La Consellería de Educación vuelve a metérnosla doblada y aquí nadie dice nada
Una vez más la Consellería de Educación nos mete un gol a los profesores, ya sabéis: esa chusma gorrona, vaga y maleante que tiene más vacaciones de las que merece pero que, ojo al dato, somos autoridad por obra y gracia de Esperanza Aguirre.
Primero nos metieron el gol de las "guardias de autobús", también denominadas "guardias de pastoreo". Con este invento los profesores tenemos que recibir a los alumnos media hora antes de que empiece la jornada escolar, asumiendo la responsabilidad de todo aquello que acontezca en ese período. Con esta norma se producen situaciones tan absurdas como que un alumno de 18 años que venga en autobús debe entrar en el recinto escolar a la fuerza mientras otro alumno de 12 años, por ejemplo, se puede quedar fuera del mismo, fumando o haciendo lo que quiera, si vino andando desde casa.
Lógicamente, el profesorado ha sentido como una bajada de pantalones la aceptación de esta norma tan denigrante, pero como algunos padres sienten más protegidos a sus hijos sabiendo que habrá profesores esperándolos al bajar del autobús, pues listo. Los funcionarios lo son no solo para cobrar en verano, sino también para acatar las leyes, sean lo injustas que sean. Ese es el sistema. Y a nadie parece joderle lo suficiente como para mover ficha.
Afortunadamente, muchos son los que se dan cuenta del retraso que suponen normas de este tipo. El mecanismo es siempre el mismo: algo funciona o puede funcionar mal, entonces buscamos una medida que nos libere de la responsabilidad para que en caso de desgracia sea otro el que apechugue, y aunque con esta medida surjan problemas nuevos ya hemos arreglado lo que teníamos mal.
Lo grave de estas guardias es que parten de una sospecha ("los alumnos no saben gestionar su tiempo libre"), convierten una solución en un problema, criminalizan la libertad y ponen vallas al monte: ahora los alumnos estarán controlados desde que su pie toque el suela al bajar del bus. Con eso los convertimos en seres heterónomos, incapaces de dominar su tiempo libre, acostumbrados a que los controlen, limiten y tomen decisiones por ellos. Cuando el día de mañana puedan tomar decisiones no sabrán cómo hacerlo, aunque bueno: quizá se trate de eso. Que sean tontitos controlables que sepan a quién obedecer a la hora de votar, ¿no?
No mucho después, con motivo de las ciclogénesis explosivas, la Consellería volvió a lavarse las manos: decidió que dependía de cada director decidir si se daban clases o no. Esto pone entre la espada y la pared a los profesionales de la enseñanza, que deben valorar en la balanza de futuribles y posibles los riesgos reales que hay. No es nada fácil decidir que "mañana no hay clase", y que luego no haga un tiempo terrible. Los padres viven como algo disruptivo en su día a día el tener que atender a sus hijos un día de semana: tienen que trabajar, no tienen con quién dejarlos... Además, el rencor social hace pensar que los profesores nos lavamos las manos siempre que podemos, y realmente para nosotros es un marrón que el tiempo impida dar clases (tenemos que redistribuir los contenidos, temporalizar las actividades, suprimir algunas, etc). Si por el contrario, en un ataque de optimismo, un equipo directivo se aventura a dar clases con la sombra de la meteorología adversa sobrevolando su centro, puede ocurrir la desgracia de que algo pase, de que a algún alumno le suceda algo, y que todo el peso de la ley caiga sobre sus hombros, para respiro de la Consellería.
¿Nos parece normal algo de todo esto? Supongo que a muchos se la suda ampliamente.
La siguiente norma que la Consellería ha adoptado consiste en obligarnos a enviar mensualmente un documento a los padres con las faltas de sus hijos. Vamos a aclararlo porque el asunto tiene traca: ya habíamos llegado al extremo de avisar por móvil a los padres de las faltas de asistencia de sus hijos, lo cual convierte a los docentes en burócratas que están buena parte de su jornada laboral metiendo datos absurdos en la aplicación informática creada a tal efecto.
Esta mierda tendría algo de sentido argumentando el ahorro de papel y otras basuras argumentales para justificar lo injustificable, pero es que ahora tenemos que mandar a los padres MENSUALMENTE un documento con todas las faltas de sus hijos. Lo más grave de todo esto es que ahora son los padres los que justifican las faltas, no el profesor. Hasta ahora era el profesor, pero a partir de ahora (para regocijo de muchos, y pesar de casi todos los demás) ya no. No solo se duplican esfuerzos vanos, sino que además se vuelve a delegar la responsabilidad con la siguiente espada de Damocles: "profesor, si algo le sucede a algún alumno durante la hora lectiva que supuestamente pasaba contigo, como no hayas introducido esa falta en tiempo real y se la hayas enviado a los padres mensualmente, se te cae el pelo, porque esta Consellería solo tiene ojos para fotografías oficiales, inauguraciones, actos políticos y sacar dinero de lo público para lo privado. ¿Entendido?"
Todo lo demás recae en esos parásitos que son los profesores.
Y en esas estamos, jodiendo a los que enseñan, para hacer del rencor social y del menosprecio del saber un arma arrojadiza, susceptible de ser heredada y contagiada.
Yo solo digo una cosa: cuando hayamos retirado toda responsabilidad de las manos de nuestros alumnos, y cuando la Consellería pueda decir "me lavo las manos pase lo que pase", entonces podremos decir que somos una sociedad totalmente borreguil, gobernada por mediocres y beatas, dominados por la incapacidad de pensar y crear, solo satisfechos por todo aquello que venga en el manual: saber a quién echar la culpa, qué castigo aplicar y por cuánto tiempo. Que nada se salga del guión.
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Agustín -