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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

ROMANCE DE DESPEDIDA, para Lucía

ROMANCE DE DESPEDIDA, para Lucía

Hoy se va Lucía, nuestra compañera de conserjería, y como no podré asistir a su cena de despedida, le escribo este romance que Paula le leerá en la cena en mi nombre:

ROMANCE DE DESPEDIDA

 

Ya los griegos, entre copas

y montando algarabía,

daban rienda suelta, locos,

a su ingenio y gran valía,

entonando, muy felices,

cantos breves, no homilías,

descorchando con empeño

cada frasco de ambrosía.

Los romanos, más altivos,

les copiaban obra y vida,

militarizando un mundo

que a sus pies se hacía “vía”.

Los latines adornaban

sus decires, elegías,

reclinados declinaban

las palabras de Sophía,

el saber arcano y firme,

que enseñaba allí Talía,

musa del teatro, hermosa,

que a todos nos maravilla.

Hoy vosotros, compañeros,

que cenáis aquí en Galicia,

compartís una gran cena,

en señal de despedida,

saboreando todos juntos,

con nuestra amiga querida,

por decirle una vez más

“te queremos, oh, Lucía,

nunca dejes que el olvido

pueble tu memoria, amiga,

nunca olvides que estaremos

contigo en deuda, por vida,

pues “currar” es una idea

que contigo crece y pía,

rompe el cascarón corriente

y abre el vuelo, ¡rebeldía!

Trabajar es una cosa

y lo que tú haces… ¡sangre fría!

Lo veloz tiene contigo

nuevo alcance, ¡qué Lucía!

Lo sincero es poco honesto

si no sabe a olor a vida,

lo correcto es una caja

que sepulta al alma viva,

lo adecuado mata a besos

la espontánea bienvenida

que saluda, aprieta manos,

sin latidos, sangre fría…

Trabajar puede ser eso,

¡nunca contigo, Lucía!

Ser de luz, abrazo tenso,

voz de brisa transalpina,

eco tierno misterioso,

siempre atenta, siempre amiga,

ser de sombra y elegancia,

ojos pillos, muy sencilla,

muy entera, verdadera,

manos de ángel, ¡nunca fría!

Una hormiga que trabaja,

una mano que castiga

si se mueve y dice adiós,

si abandona su casilla,

no la fotocopiadora,

no las faltas cada día,

sí el saludo cotidiano

que hoy se va… ¿vendrá algún día?

La casilla del tablero

que tú ocupas, Lucía,

es tan grande y multiforme

como la luna en el día,

misteriosa invitada

que al sol un ojo le guiña,

enseñándole que sabe

secretos que no diría…

Hoy estamos, pues, contigo,

algunos en otras sillas

diferentes a las vuestras,

pero somos compañía

en la distancia solemne

de un romance que se agita

como lucecita en vela

rebosante de sí misma.

Tintineando te decimos,

ojos rojos, sin saliva,

con el alma apretada

en el puño, no escatima

el dolor en empujarnos

al vacío de la salida,

te decimos, no me pierdo,

que estarás aquí, Lucía,

en cada pecho, en recuerdos,

en miradas cautas, vivas,

en sonrisas y timbrazos,

en rejas que yo no abría,

en libros que devorabas

y en tu voz de profecía.

 

Querida Lucía:

 

Te rogamos que nos disculpes esta ausencia imperdonable pero ya anunciada, pues nos encantaría estar ahí con todos vosotros y contigo, Lucía.

 

Sólo una cosa más:

 

Un abrazo enorme, sincero, te deseamos lo mejor. Este romance te lo escribí hoy en la sala de profes de arriba, con mis mejores deseos, con todo el cariño, y va en nombre de todos TODOS tus compañeros, que te querremos siempre, no sólo por tu formidable manera de resolver cada cuestión en el acto, no sólo por tu eficacia extrema y por tu predisposición a echar una mano en todo momento, sino SOBRE TODO por la persona increíble que eres, que nos has dejado conocer, y porque tres folios no son sino el principio de una pequeñísima parte de todo lo que habría que decirte.

 

Te queremos.

 

Sigue siempre tu camino, con brújula o sin ella, eres la mejor.

 

Un besazo enorme

 

 

 

David

 

 

 

 

Verín, 14 de abril de 2011

 

 

PD: Por cierto, que me olvidaba, ¡Feliz día de la república!

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