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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

Aestas aestatis

Aestas aestatis

Llega el verano.
Lo hace antes de lo previsto
con humeantes mediodías
carretera adelante.
Lo hace con un apretón de manos
y un par de empujones
y una sonrisa de medio lado
y una copa en la mano siempre a medias
con el hielo siempre entero
a pesar del calor
a pesar del lugar.
Llega el verano
aestas aestatis
(puto latín)
maravillosas declinaciones
de espalda
de piernas
de horizontes
declinaciones irregulares
con ablativos absolutos
y genitivos partitivos.
Llega el verano
y con él la promesa de una juventud aún
arrolladora
pero siempre titubeante,
como esa llamita del mechero cabrón al que
sin saber por qué
le has cogido cariño
y sigues usando
a pesar de que casi no le queda
gas.
Apretémonos los bañadores
salgamos de casa dispuestos
a casi todo
y aprovechemos cada YA que nos quede,
cada uno vale mucho
muchísimo
porque el YA de hace tres versos
es infinitamente menos joven
que el YA que ahora escribo.
Calor, apretón de cinturón,
gafas de sol
con los cristales manoseados,
toallas siempre húmedas
que no se secan nunca,
hielos que sí se deshacen,
risas que caen como cristales
calle abajo,
un sol radiante,
la segunda etapa del año,
la segunda estación de la vida,
ya llegó el verano.

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