"Shutter Island", la segunda película de nuestro ciclo de cine
La película que hemos tenido el placer de ver el pasado jueves es Shutter Island, una magnífica película de suspense en la que el espectador debe interpretar lo que se le muestra.
Si no viste la película y tienes intención de hacerlo, no sigas leyendo este artículo.
Del mismo modo que en El guardián entre el centeno (novela de Salinger protagonizada y narrada en primera persona por un mentiroso adolescente que se escapa del internado en el que vivía), el punto de vista de la película es falso, se nos dan como ciertos datos que son ficticios y tan sólo al final descubrimos realmente que el protagonista es el enfermo nº 67, asesino de su propia esposa, a quuien mató tras descubrir que ella (psicótica) ahogó a sus tres hijos en el lago de al lado de su casa.
Para huír de la culpabilidad, se inventa una investigación, una conspiración del mundo contra él, desdobla la realidad en personajes perfectamente interrelacionados (de hecho, sus nombres son amalgamas entre sí del apellido de su esposa).
En el centro psiquiátrico deciden darle una última oportunidad para ver si se puede curar o si acaban lobotomizándolo, pues se trata de un enfermo muy violento que golpeó a otros internos.
Para ello, llevan a cabo una farsa en la que le siguen la corriente: uno de los doctores se hace pasar por su ayudante, ambos "entran" en la isla para investigar dónde está Rachel Solando, una paciente desaparecida.
Al final de la película, en el momento de la anagnórisis en la que el espectador se despoja de las mentiras del protagonista y se distancia de él, accediendo a la verdad, se juega nuevamente con la ambigüedad cuando se despide del médico con esta frase, tras haberse hecho el loco deliberadamente: "¿qué es mejor: vivir como un monstruo o morir como un buen hombre?". Tras esa frase, sabemos que lo van a lobotomizar, que el médico que se había hecho pasar por su ayudante y da la señal para que se lo lleven (confirmando que ha vuelto a recaer) recibe el mensaje secreto que abre la terrible duda: ¿seguía estando loco o prefirió morir antes que seguir siendo un hombre violento y enloquecido?
Es extremadamente poético el uso de los sueños y la música. Por ejemplo la escena del campo de concentración donde yacen su hija muerta y la enfermera que se hacía cargo de él (esa mujer que unas veces se aparece en la película como si fuera Rachel Solando, a lo largo de las escenas oníricas se da a entender que fue quien mató a los niños en el río - con lo que se sugiere que sea su madre o incluso la pareja de Teddy- y al final, ya como lo que es realmente: la enfermera de Teddy), o la escena del salón y la lluvia fuera... La música de Mahler (cuarteto de cuerdas y piano en la menor, bellísimo) en el gótico salón, donde el fuego resguarda al asesino Laedis (con el ojo tuerto y la cicatriz cruzándole la cara, cerilla en mano) de la fiereza del clima externo (bella metáfora que refleja el modo en que el enfermo Teddy se refugia de todo lo que le pasó creando una ficción en la que era valiente, necesario, heroico en lugar de ruín, violento y enfermizo)...
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