Blogia
En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

Ontología traumática, breve reflexión sobre lo que somos y lo que no

Ontología traumática, breve reflexión sobre lo que somos y lo que no

¿Dónde termina lo que el mundo espera de uno y dónde empieza lo que uno realmente es es? ¿Somos realmente? Una gota de agua que cae en un charco, ¿en qué momento deja de existir como tal gota y pasa a unirse a la masa que la rodea?
Es extraño, pero muchas veces nos limitamos a repetir lo que otros dijeron, y lo grave no está en la repetición, sino en la pérdida de consciencia, en olvidar que eso no lo produjiste tú, que lo escuchaste y te gustó y por eso ahora lo dices, lo escribes.
¿Es posible crear algo? ¿Hacer que una idea sea algo propio, característico de un ser, separada del resto, lo menos contaminada posible?
Me temo que no, y lo único bueno de eso es que demuestra que somos, mal que nos pese, seres sociales (zóon politikón).
Lo que pasa es que una cosa es ser animal social, y otra muy diferente es ser animal gregario: el animal social se relaciona con otros animales, pero luego vuelve a "su" madriguera, tiene una identidad relativamente propia y se puede llegar a permitir oasis de soledad e independencia.
Y otra cosa muy distinta es ser gregario: una pieza de un todo que carece de sentido al separarse de él. Una abeja fuera del enjambre, o una oveja fuera del rebaño. Eso ya no me gusta nada.
La familia siempre se ha estructurado como un árbol, como algo que viene de aluna parte y va a otra parte. Tú eres un eslabón en una cadena, y esa concepción del ser humano lo rducía a una mera función, no valoraba su libertad individual, su necesidad de autoafirmación, su libertad de pensamiento, su capacidad de rebeldía y disidencia.
La familia hoy día ya no es un árbol: creo que más de la mitad de las personas tenemos a nuestros padres divorciados o infelizmente casados, otro cuarto de la población los tiene viudos o muertos, y tan sólo el 25% restante cuenta con unas noches navideñas semejantes a los anuncios de El almendro.
Eso, lejos de ser malo, es una señal de progreso: creo que nadie debe estar con quien no está bien. La familia que no cuenta con más que dos miembros puede igualmente ser la más feliz de todas.
¿Qué soy yo al margen de ese árbol que ya no lo es? ¿Una rama? ¿Una hoja?... Ni lo sé ni me importa, tan sólo sé que no quiero echar raíces en ninguna parcela.
La gota de agua que se mezcla en el charco... ¿sigue siendo una gota junto a otras o se desintegra, funde, diluye... en esa masa?
Quizá sea comparable a la muerte, en el sentido de que te deshaces y te mezclas con otra materia.
Pero quizá tú ya no seas tú mucho antes de morir, quizá seas una gota que se avinagra antes de tiempo, o que se seca, o que se deja llevar por la brisa.
Quizá lo único que nos salve sea precisamente aquello que nos condena: decía Maruja Mallo que "un ser humano lo era en función de la soledad que era capaz de aguantar", y aunque sea triste, creo que no andaba desencaminada.
Reivindico el ser social, el saber compartir cosas con los demás, dejarse manchar por sus opiniones y ampliar la paleta con la que pintamos nuestro mundo. Pero también reivindico la capacidad de decidir por uno mismo, de equivocarse y aceptar las consecuencias, de acertar por uno mismo y disfrutar de la satisfacción de hacer algo bien, por tener una respuesta propia que dar ante una pregunta que te hace un amigo, un conocido, alguien.
Si seguimos al rebaño, no sólo acabaremos en el establo todos los días a la misma hora haciendo lo mismo, sino que seremos algún día viejas gotas de agua que ya no pueden diluírse en ningún charco por la sencilla razón de que siempre estuvieron en él.
Para darse hay que poseerse. Si no somos, no nos tenemos.
Si no somos, no podemos darnos.

0 comentarios