Nerea, alumna de 4º ESO C, escribe un precioso guión cinematográfico sobre el abandono animal
Trabajando con mis alumnos de Música de 4º ESO y de 1º Bachillerato la unidad de la música y el cine, les propuse como tarea que redactaran un guión relacionando dos fotografías (cliquead aquí para acceder a la tarea).
Como trabajamos la relación entre la imagen y el sonido en ambos cursos, aunque con distintos enfoques y profundidad, me pareció interesante pedirles a todos que lo hicieran.
Este texto es la joya que me regaló mi alumna Nerea Rivero Manso, asidua del club de lectura A árbore vermella, devoradora de libros, y muy buena escribiendo:
John es un hombre de cuarenta años, alto, moreno, con los ojos color miel y serio. No le gusta mucho la compañía. Como todos los veranos su sobrina Cintia, de nueve años, morena, de ojos verdes y cara angelical, vendrá a pasar el verano a su casa. John le compra un perrito en la tienda de animales para que la niña se distraiga durante el verano y no lo moleste demasiado.
El perro que elige es un pastor alemán de tres meses. Su sobrina llega en pocos días, no muy alegre, pero cuando John le enseña el perro se le dibuja una sonrisa en la cara.
El verano marcha maravillosamente, Cintia se pasa el día con Pinto (así se llama el perro) que cada día está más grande. Pero el verano se acaba y Cintia se va y tiene que dejar, a su pesar, solo a Pinto con John todo el invierno.
El perro ya es demasiado grande y no para de romperlo todo y molestar con sus ladridos. Su sobrina lo ha mimado demasiado y John no se quiere molestar en intentar educarlo a no ser que sea a base de algunas patadas.
Un día de nieve John decide abandonar a Pinto. Lo sube en su coche y lo lleva a un lugar lejos de allí, pero de regreso a casa se sale de la carretera por culpa del hielo. Al cabo de diez minutos se despierta desconcertado y se nota extraño, se mira, se intenta tocar pero en lugar de notar su cuerpo humano lo único que nota es un manto de pelo. De repente mira a su alrededor y logra verse en un espejo: la respiración se le para al ver que es un perro, pero no cualquier perro, sino Pinto, su pastor alemán.
Empieza a temblar, todo tiene que ser un sueño. Mira a su alrededor, está en una casa, en SU casa, pero no hay nadie; intenta calmarse y a moverse torpemente por la casa. Entonces escucha un ruido, la puerta se abre y entra un hombre. “¿Quién?” Un escalofrío recorre su cuerpo al ver que es él mismo, John.
Pero no puede ser, porque John está metido en el cuerpo de un perro y es él mismo. ¿Qué está pasando?
- ¿Qué haces aquí, estúpido perro? ¿Cómo has conseguido regresar? – le grita “el desconocido John” - ¡Venga, fuera de aquí!
Entonces, el hombre lo agarra y John intenta resistirse, pero le faltan las fuerzas. Lo subió en el coche y lo llevó muy lejos, al frío.
- Daba gusto cuando eras pequeño y Cintia te cuidaba, pero ahora no das más que trabajo, eres una molestia para el mundo y ya no te necesito – le reprochaba el hombre.
Llegaron a un lugar lleno de pinos y totalmente nevado. El hombre lo bajó del coche, lo dejó allí y se fue. John no podía reaccionar pero tenía que salir de allí si no quería morirse, tenía que buscar a alguien… pero ¿a quién? Si sólo era un perro.
Empezó a caminar adonde el instinto lo guiaba, hasta que a lo lejos vio a un perro olisqueando el suelo y se le acercó:
- ¿Qué haces aquí? ¿Eres nuevo en el mundo de la calle? – le dijo el perro, que era un pastor alemán muy parecido a él.
John tardó en responder, pues aún estaba desconcertado:
- Verás – respondió – tienes que ayudarme, yo no… no soy un perro, bueno… es que yo antes era… o tenía un cuerpo humano.
- Sí, ya – contestó el pastor alemán – y yo, al menos me trataban como tal, antes de cansarse de mí y dejarme tirado como un perro.
John le contó su historia desde el principio hasta ese momento. El otro perro puso una cara indescifrable y dijo:
- Vale, mira… te creo, pero sólo para que no me des más la lata.
- Pero…¿qué puedo hacer? – preguntó John agobiado.
- Pues… simplemente luchar por sobrevivir como los demás, no eres el único al que le han dejado en la calle a su suerte, ¿sabes? Me llamo Picaso. Acompáñame. Te ayudaré a conseguir comida… humana – esta última palabra sonó con desprecio y un cierto sarcasmo.
Llegaron a un callejón donde estaba la parte trasera de un restaurante. Por allí, iba a menudo Picaso. Entraron por la puerta de atrás cuando un camarero salió a echar la basura. Fueron con precaución por un pasillo algo oscuro y de repente escucharon un ruido y vieron a un hombre vestido de cocinero con una escopeta en la mano. Picaso y John echaron a correr y consiguieron salir, pero antes el cocinero había disparado y había herido a John en la barriga.
Siguieron avanzando un buen rato pero John se derrumbó en el suelo.
- Vamos, amigo, ¡aguanta! – le dijo Picaso.
- No puedo, y voy a morir; moriré como un rastrero, un egoísta y un maltratatador de animales.
- Al menos aprendiste que tenemos sentimientos y podemos sufrir, y que cuando nos tiráis a la calle cada día es una prueba de alto riesgo para sobrevivir.
- Ojalá pudiera hacer algo por cambiar todo esto, siento todo lo que ha pasado – dijo John temblando.
- Claro que puedes… sólo tienes que despertar.
- ¿¡Qué!?
A John se le cerraron los ojos.
- Despierta…
Fue lo último que escuchó al cerrar los ojos y lo primero al abrirlos y ver a un hombre vestido de blanco delante.
- ¿Qué pasó? ¿Picaso? ¿Estoy vivo?
- Tranquilo, señor, está usted en el hospital, yo soy su médico. Ha tenido un accidente y ha estado durmiendo dos días, pero está perfectamente. Sólo tiene heridas leves y una pequeña lesión en la muñeca.
- ¿Qué? ¿Y Pinto? ¿Y Picaso? Tengo que irme – decía John temblando e inquieto.
- Tranquilícese, por favor. Descanse. Vuelvo ahora.
John se levantó rápidamente de la cama y vio que volvía a ser otra vez humano. Se vistió y salió corriendo hasta el restaurante.
Llegó allí y vio a Pinto tirado en el suelo, estaba herido en la barriga y ya no estaba vivo. A John pareció venírsele el mundo encima y sus ojos se le llenaron de lágrimas de tristeza, rabia e impotencia. A lo lejos vio la silueta de otro perro que le pareció… ¿¿Picaso??
- Demasiado tarde – le dijo Picaso.
John levantó a Pinto en brazos y lo metió en su coche agotado.
- Volveré a buscarte – le dijo – y tendrás el cariño que te mereces.
Picaso dio la vuelta y siguió su camino, no quería volver junto a otro humano: sólo seguir su camino, sólo sobrevivir solo.
Muchas gracias, Nerea.
4 comentarios
Nerea -
De verdad que muchas gracias!!!!
Miguel Serrulla -
Isabel -
Alfonso Fernández-Novoa -