Reflexión sobre el recital del pasado viernes 18 de noviembre
Después de muchas horas de duro ensayo, después de haberme reencontrado con aquel David que tenía que estudiar hasta 7 horas de chelo al día para llevar cada semana la tarea a clase de chelo, después de haber sentido el hormigueo en el estómago justo antes del concierto, después de haber estado una semana entera sin dormir casi nada por la tensión, con temblores de piernas, malestar general, pesadillas y constantes dudas, creo que mereció la pena.
Porque hubo muchísima más gente de la que me esperaba.
Porque fue un recital en el que tanto Rubén como yo lo dimos todo, no nos guardamos nada de nada, lo pasamos en grande, compartimos el fruto de nuestrio esfuerzo de tres meses con ese público maravilloso que se lo merece todo.
Fue una jornada musical tras la que me quedé completamente hueco, con esa sensación que tendría el vasito de plástico de un flan justo cuando lo vacías de cuajo...
Abatimiento. Esa palabra puede resumir perfectamente mis sensaciones. Un abatimiento que se combinaba perfectamente con el pudor ante los fallos que hubo (porque los hubo, por supuesto), con el orgullo por los aciertos (que también los hubo, menos mal!) y con la felicidad sincera y desnuda. Esa felicidad casi bobalicona que te sorprende con la cara desnortada, mirando hacia ninguna parte, saboreando un placer casi perverso, en el que juegas con tu memoria, repites incesantemente los mejores momentos, recreas en tu imaginación los reencuentros con amigos y compañeros que te regalaron su presencia, y agitas todo eso en una coctelera en la que también hay gintonic, tabaco y marcha, mucha marcha.
La soledad que acompaña al aplauso es enormemente nostálgica, ya que te enfrenta a muchos "yoes" pasados que son mejores en muchos aspectos al "yo" presente, pero como somos tiempo también somos los "yoes" que aún no han sido, y ese rayito de esperanza alimenta y nutre el espíritu aventurero que aún mantenemos, rodeado de los convencionalismos y rutinas que dificultan el camino a la utopía, pero siempre nos quedarán ellos.
Los alumnos.
Esos seres que también vinieron al concierto y que le hicieron el corte de mangas al calendario, a que fuera un viernes por la tarde, a que durara casi una hora y media, a que fuera todo música clásica.
Esos alumnos que en realidad nos dan clases de tantas cosas cada día.
Porque se comportaron correctísimamente, supieron respetar el silencio, supieron premiar y valorar cada pieza con sus aplausos, supieron acercarse a hablar una vez finalizado el recital.
Esos alumnos no son sólo alumnos, ¡qué va!, son auténticos faros que señalan el camino de la esperanza.
Una esperanza que no siempre se deja ver, que muchos días sigue remoloneando en su cama y no nos acompaña, pero que siempre acaba apareciendo.
Tocar el chelo, tocar el piano, son actividades que te permiten acercarte a los demás, que te exponen enormemente a un auditorio lleno de ojos y oídos.
Es como llegar al supermercado, subirte a la mesa donde yacen los pescados y demás, desnudarte y empezar a bailar.
Los demás te pueden ver, pueden acceder a una parte de ti que sólo tú conoces (a veces ni siquiera).
Pero también te enseña cómo son los demás, al hablar sobre el concierto y comentar la jugada, cuando se te acercan y te nombran la pieza que les gustó más... Ahí comparten contigo algo muy especial.
Fue una jornada maravillosa, y a Rubén y a mí nos gustó tanto tanto TANTO, que repetiremos de aquí a final de curso, si las circunstancias nos son favorables.
Mil gracias a todos los compañeros que nos obsequiaron con su presencia, que nos dejaron entrar en sus oídos un rato, que se prestaron a este intercambio de emociones.
Mil gracias a Maite, directora del IES García Barbón que nos dejó sus instalaciones y nos ayudó a organizarlo todo (además de haber hecho el fantástico vídeo que encabeza el artículo).
Un abrazo enorme a todo aquel que compartió con nosotros ese recital.
2 comentarios
veloso, Luis -
Enhorabuena. Ya me dijeron que fuera espectaculaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaar.
Un abrazo
julia -
casa,cada día a la hora de los informativos;como ese familiar que se olvida de nosotros en la época de bonanza,perp que aparece cuando nos necesita.Gracias por hacer que nos sorprendiéramos y nos emocionáramos
Gracias también a esos amigos y compañeros de David por la hospitalidad
con la que nos recibieron,no me extraña que te sientas tan integrado,y gracias también a tí David,por ser como eres.No quiero caer en la vanidad ni en la autocomplacencia,pero me siento muy orgullosa de´tí.No me gustan los discursos almibarados que puedan disfrazar el mérito de la gran persona que eres y del maravilloso profesional que hay en ti.
Hace tiempo una tutora me dijo que eras el alumno más completo que había tenido(de la enseñanza pública,por cierto)y hoy yo añadiría que una persona muy completa
Siento una gran satisfacción al sentir el gran cariño que te tienen
PASIÓN DE MADRE Y ORGULLO DE HIJO