"Palabras sin labios", nuevo poema
Un día
soñé que tenía ojos para ver
manos para tocar
piernas para caminar
lengua para hablar
cerebro para pensar
corazón para sentir
…
Me levanté de la cama
vi en el espejo del baño
una figura que me desconcertó:
dos ojos hundidos en una extraña cara
parpadeaban y me invitaban a reconocerme;
unas enormes manos
con gruesas venas y marcados nudillos,
cuarteadas yemas y oscuras uñas mordisqueadas
rodeaban esa cara que me observaba con dudas y temor;
agaché la cabeza, y fuera del rectángulo brillante
lleno de vaho
en que se había enmarcado mi aspecto,
abajo,
pude ver un par de piernas que,
como troncos clavados en medio del páramo
cubierto de ceniza y preguntas moribundas,
me sostenían en pie
a duras penas.
Un torbellino de emociones me sacudió
y creí perder el equilibrio
cuando volví al espejo y me vi de nuevo.
Abrí esa enorme grieta llena de dientes rotos
y cantos rodados que era mi boca
y pude ver una enorme lengua
alfombrando su interior.
Balbuceé un par de palabras y comprobé con estupor
que un sonido ajeno y aprendido sin saberlo
emanaba de su interior.
Me acerqué al cristal y soplé:
mi imagen se emborronó entre una niebla cálida
que se pegaba a mi reflejo.
Toqué mi cabeza y apreté un poco
como quien mide la madurez de un melón
entre tantos otros
y noté que no había hueco.
Me encaramé a un pensamiento
y desde él agité los brazos
buscando la luz al final de ningún túnel...
Un día
pensé que si soñara
sería genial tener un cuerpo.
Soñé entonces que todo aquello no era un sueño
sino un hecho
y durante una cantidad de tiempo que no podría medir
me sentí capaz de utilizarlo.
Pero un sonido embriagador y desesperante me secuestró
y me alejó de aquel baño, ya que yo
yo estaba pensando que soñaba,
sino que estaba soñando que pensaba que soñaba,
pero lo único real
lo único cierto
lo único palpable,
amada mía,
tú que estás tan lejos y a la vez tan cerca,
lo único que yo podría seguir haciendo
era sentir.
No tenía ni tengo un cuerpo que ofrecerte,
con el que reencontrarme contigo,
con el que cautivar tus sentidos de mujer de carne y hueso;
no tenía ni tengo el cerebro con el que dar nombre
a mis colores,
a mis pálpitos,
a tus regalos nunca vistos;
no tenía ni tengo la lengua con que besarte
porque mi boca, cuando era boca,
no era sino la cueva donde se hundían y desaparecían
todas mis intenciones,
entre restos de basura y sangre negra como yo mismo;
mis manos no eran sino las ramas que atrapaban y ahogaban
los rayos que el sol me quiso negar
y que, incautos, se atrevían a tocarme;
mis ojos eran oscuros pozos de dolor
donde no había ni una sola gota de ternura,
ni una sola gota de humanidad,
todo eran pieles secas y huesos que se acumulaban en el fondo
del saco insaciable
donde esperan las hienas tontamente risueñas
el momento de otra muerte,
para aprovecharse o morir en el intento;
mis piernas no eran sino tétricos zancos
que se clavaban en el fango donde me arrastraba
con absurda majestad,
haciendo huir ante mi paso inapelable a todo vestigio de belleza.
Sólo tú me hiciste sentir
desear sentir
desear ser para compartir y sentir
pero todo ha llegado tarde
muy tarde
y ahora tan sólo me quedan recuerdos,
ilusiones,
espejos en las tinieblas de mi sístole y diástole
al ritmo de un vals burlón que quisiera llegar a tango
pero le falta un cuarto pulso,
al son de un adiós que nunca se dijo
porque nunca hubo un hola,
pero duelen igualmente
en la distancia de lo que nunca fue.
Soñé que soñaba que pensaba que soñaba,
pero no llegué a ser
y en ese no-ser queda encerrado el poso de mi pasión,
una pasión que sí existió y existe
y que no sé si es capaz de hacerme existir
pero al menos a ti te hace existir y ser
y aunque no tuviera el valor de decirte que te amaba
ni la lengua para regalártelo
ni los brazos para cercarte
ni las piernas para acunarte
sigo teniendo lo único que tuve realmente,
lo único que creí no necesitar entonces
un corazón con el que rescatarnos del paso del tiempo
y recrear nuestra historia de no-amor
una y otra vez
porque ya se sabe que soñar es gratis
y los muertos también soñamos
y aunque no sea cierto lo que no existe
sí lo es lo que se siente
ya se sabe:
todo lo demás es sueño,
y los sueños...
… sueños son.
(Fragmento de las Cartas del monstruo de Frankenstein a su amada)
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