... se acabó la rabia???
Hoy las banderas del instituto ondeaban a media asta.
Se me hace extraño, porque esas muestras de respeto marcial son propias de otra época, una época a la que el actual gobierno sé que nos acercará poco a poco, pero que aún siento lejana.
Se me hace injusto, porque el seis de enero murió Isaac Díaz Pardo, todo un referente para la cultura gallega, y no pasó nada, ni siquiera aquí, en un centro de educación secundaria obligatoria donde se supone que esas cosas crean una respuesta.
Se me hace inmerecido, porque la figura que falleció no representa nada de lo que yo (ni muchos otros) me pueda sentir orgulloso ni nada con lo que yo crea que tenga que sentirme identificado.
Se me hace caprichosamente arbitrario, porque no me parece justo que juguemos con la memoria y su supresión según nuestra conveniencia, y no es de recibo que hoy pueda recibir un tratamiento de mártir alguien que dista mucho de serlo.
Se me hace incluso incómodo, porque esta península ibérica que habitamos desprecia iniciativas progresistas, busca la seguridad de lo malo conocido, escapa a todo acto de rebelión pacífica y etiqueta lo que no le toca directamente con marbetes peyorativos (gestados en la ignorancia más supina y pretenciosa).
Se me hace provocativo, ya que un gobierno autonómico de derechas, una Xunta de Galicia de derechas, y ahora un estado de derechas nos están intentando aleccionar con reconocimientos extemporáneos.
Comprendo que una desgracia multitudinaria lleve a una villa a mantener unos días de luto.
Entiendo que una muerte destacada para el curso de la vida cultural de una villa se respete con todo el dolor que supone un adiós.
Respeto - aunque no comparto - que una persona con un pasado cuestionable reciba un adiós sentido por aquellos que le deben algo o que se sienten en deuda con él, aunque en el devenir de los años no haya mostrado ni un ápice de remordimiento ni haya cambiado en absoluto.
Ahora bien, me resulta farragoso, inapropiado e insultante que en mi centro de trabajo se haga un homenaje a un ex-fascista que poco o nada ha evolucionado a lo largo de su vida, que nunca movió un dedo por la cultura gallega y que representa la cabeza visible de un partido político donde se juntan todo tipo de personas: desde acomodados burgueses poco a nada comprometidos con la sociedad, pijos que heredan (entre otras cosas) el voto (no vaya a ser que los perroflautas nos "okupen" la piscina del chalé), hasta fascistas descafeinados sin cojones para decirlo claramente pero que arremeten con las armas de esa democracia que tanto odian (llevando a los tribunales todas las nuevas leyes) ante las iniciativas aperturistas (aborto, matrimonio gay...), demócratas incoherentes que o no saben lo que quieren o lo saben demasiado bien y se ríen de nosotros, déspotas muy poco ilustrados que pretenden extender su zafiedad adornada con caras colonias y coches de alta gama, empresarios sin escrúpulos que quieren despedir incluso a funcionarios y tecnócratas varios, además de una amplísima masa de votantes pertenecientes al pueblo y que buscan un salvador donde sea (incluso entre los enemigos que atacan sus aspiraciones y los mantienen con la cabeza en el fango).
No comparto ese duelo tan sentido por alguien que, lejos de ser un referente, me avergüenza como gallego y como ser humano.
A diferencia de él y sus secuaces, no diré que me alegro de la muerte del rival, porque ante todo respeto la vida (en eso no somos iguales), pero que nadie me pida un elogio para el difunto.
Lo peor de todo es que su legado puede ser (y será) peor que él mismo...
0 comentarios