Un poema en el día de los enamorados
Para acompañar este poema elegí esta maravillosa pieza de Mendelssohn (la Obertura de "El sueño de una noche de verano", muy melódica y alegre, ideal para enamorados...)
Una renuncia que escuece casi tanto como seguir la lucha,
una espera que aún lo es y no te dice hasta cuándo,
un adiós que se abriga con las mantas del recuerdo
y no hace más que pasar frío entre ardores invernales,
una mano que acaricia párpados cerrados
mientras explotan venas ardientes de pasión
arremolinándose en camas ajenas,
humillando con redobles de cabezal vecino
el triste silencio propio,
un empacho de ternura y cuidados
que hace enfriarse la carne y la deja seca,
o también un beso húmedo y discreto
que da más hambre de la sed que sacia;
un embuste que cuesta mucho y vale poco,
una verdad que se prostituye a cambio de un plural,
un nosotros que no siempre incluye a la pareja,
una búsqueda que acaba en cuanto empieza,
una canción que tú cantas y otros saben mejor que tú,
un himno que repites sin entender toda la letra,
una caricia inesperada que dobla el espinazo
con una descarga de eléctrica sorpresa,
un empujón que ves venir y esperas,
una caída que te arranca del solitario nido,
un cascarón que alberga a dos
o dos que buscan un escondrijo;
una borrachera descomunal que te ciega y ensordece,
alejándote de todo y de todos,
una lectura que secuestra a tu alma
desde el primer párrafo,
una rima tan fácil como imposible,
un hecho que en todo es plural a la vez que único,
una flor que engulle tierra y se deja morir en ella,
una embestida salvaje que esparce ternura y fiereza a partes iguales
entre pasos de danza: tango o samba,
una mirada que es espejo de sí misma
y de todas las de la eternidad,
un pedacito de universo que cabe entre los pliegues de un meñique,
el destello secuestrado en tu boca de princesa,
un sol que no sabe si es sol o es luna,
una ración de soledad hervida a fuego lento,
entre voces que intentan apropiarse de lo ajeno
ya sea a través de la cordialidad del amigo temporero
que se apunta a la vendimia a media jornada,
o también mordiendo ramas secas en la rumia del mendigo con corbata
que balbucea medias verdades que colman tercios de almas huecas;
un plural que nunca podrá pronunciarse en voz alta,
un beso en la mejilla que siempre roza la comisura de los labios,
una mirada felina que se esconde entre las cortinas de la ambigüedad amistosa
un futurible sospechado que no se reconoce
porque tan sólo en las tinieblas de la ensoñación es dulce, a medias,
un “yo no dije, tú tampoco” que prolonga la sombra del ciprés,
un halo de luz que nadie más ve;
una palabra de apoyo en el mejor momento,
saciando ecos de voces lejanas,
regurgitadas desde las ramas de olivos muertos superpoblados;
un oído dispuesto a dar cobijo
a la triste colmena herida,
zumba que zumba,
dispuesta a todo por ver crecer la dulce miel
entre aguijones y venenos y laberínticas paredes;
un aquí y un ahora,
una promesa que se cumple,
un abrazo que siempre se da,
un guiño que comparte la felicidad del universo conocido
y la grandeza del eterno porvenir,
un silbido que te ensancha el pecho y te mueve a soñar,
una sonrisa entre lágrimas,
un suspiro necesario,
un nosotros que siempre abre puertas
y un mañana que empezó hace ya un ratito…
eso, eso es amor,
y quien lo probó lo sabe.
1 comentario
Susana (Carnota) -
Ole por ti, amigo Vega, más grande si cabe...