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En el río pasan ahogados todos los espejos del pasado

La huelga de los alumnos, un derecho continuamente en tela de juicio

La huelga de los alumnos, un derecho continuamente en tela de juicio

Estoy cansado de escuchar tonterías siempre que hay huelgas.

Cuando las organiza algún colectivo asalariado, como la jornada de huelga implica una pérdida económica "supuestamente" equivalente a la jornada no trabajada (ya se sabe que siempre te quitan más de lo que te pagarían), nadie se cuestiona su legitimidad, aunque siempre surjan comentarios "ingeniosos" al respecto.

Ya se sabe, lo típico: entre los que la secundan, las críticas hacia los compañeros que no se mojan, pero que se verán igualmente beneficiados si la protesta lleva a alguna parte. Entre los que no la secundan, las críticas hacia esos "irresponsables" que aprovechan la mínima ocasión para hacer uso del que debería ser el último recurso del trabajador.

En la profesión de la enseñanza, las huelgas han sido siempre un arma muy manejada ante las injusticias que la administración o la sociedad o el gobierno fueron cometiendo.

Los profesores, ya de por sí mal considerados en esta sociedad enferma que rápidamente olvida lo que hay detrás de una plaza pero que nunca deja de recordar y emular los méritos de tanto famosillo de mierda, siempre hemos recibido críticas por parte de los padres cuando la huelga entraba en juego.

Unos padres que en la mayoría de las ocasiones sólo pensaban en "¿qué hago ahora con el niño?", porque para muchos padres los centros de enseñanza no son lugares donde sus hijos recibirán una formación que complementa a la que ellos dan a sus hijos, sino vertederos donde retenerlos el máximo tiempo posible y donde transformar lo que en ocasiones ellos nos dejan en niños diez. Y repito lo que digo, "muchos" padres, no todos. Afortunadamente.

Un profesor que se pone de huelga muchas veces se ve como un jetas que ya está otra mañana rascándose los mismísimos en lugar de ir a trabajar.

Y entre los profes, divisiones de opinión sobre las huelgas, claro: por un lado, los que nos comprometemos y arrimamos el hombro siempre que podemos. En segundo lugar, igualmente respetables que los primeros, los que NO simpatizan con la causa de la huelga y por tanto van a trabajar.

En tercer lugar, y aquí me llevan los demonios, los que quieren quedar bien con todo el mundo y quedan mal: esos que se quieren beneficiar del sudor ajeno sin renunciar a nada. Y aquí hay muchos tipos: el típico remolón que siempre se entera tarde (qué casualidad), pero al que "le hubiera encantado" manifestarse; el rancio que está hasta las narices de tanta manipulación del alumnado por parte de "esos sindicalistas" que no hacen más que engañar; el típico jetas que piensa lo mismo que los huelguistas pero no mueve un dedo, entre otros argumentos porque "ya hice mucho en su momento y ahora os toca a los jóvenes"; el que es aún peor que ese jetas, y que viene siendo el profe pseudo-progre joven que simpatiza con la causa pero no quiere renunciar a nada, y entonces alimenta conversaciones de cafetería pro-huelga pero el día de autos viene al curro; etc.

Unos y otros tienen argumentos de todo tipo para conciliar el sueño: los que secundamos la huelga, pensamos a menudo de nosotros mismos que actuamos en conciencia y que asumimos un cometido que trasciende a nuestra persona (nuestros ideales). Miramos con cierto condescendencia paternal a los acomodaticios que tragan todo lo que les cae encima y miramos con justificado enojo a los sin-cojones que piensan como nosotros pero no mueven ficha.

Los que no simpatizan con la huelga, siguen cumpliendo su deber. Y en esta palabra apoyan todo el peso de su reflexión: los huelguistas "son" poco profesionales, son unos vagos, si renuncian a ese dinero seguro que es porque pueden permitírselo, etc.

Los del tercer grupo, sinceramente, no sé en qué coño pensarán. Quizá no lo hagan y punto. O quizá no duerman tan bien como parece. 

Pero, insisto, todo esto tiene que ver con el mundo laboral. Gente que cobra por trabajar y que un día decide incumplir su horario y renunciar a una parte de sus honorarios.

Hasta aquí, nada nuevo.

La reflexión que hoy arrojo en este muro de lamentaciones que es mi blog apunta hacia el otro lado del pupitre: los alumnos.

Cuando fui alumno secundé casi todas las huelgas que se cruzaron en mi camino, y puedo asegurar que hubo muchas, tanto en el instituto como en la universidad.

También es cierto que en una ocasión (una, que yo recuerde) no me uní a la causa porque no estaba de acuerdo con ella.

El principal argumento que utilizan los piquetes para amedrentar a los indecisos o a los no simpatizantes con la causa es la acusación de peloteo: "seguro que no te apuntas para hacerle la pelota a tal o cual profesor". Probablemente sea así en bastantes casos, pero creo firmemente en la capacidad de disidencia ideológica, se tenga la edad que se tenga, y me parecería injusto anular de pleno la que podría ser una cojonuda contraargumentación por dar por sentada una hipótesis basada en prejuicios.

El argumento que utilizan los antihuelguistas se basa en una falacia: es cierto que la mayoría de los alumnos NO sabe la letra pequeña de ninguna huelga, muy pocos sabrían explicar en más de 30 segundos las circunstancias que provocaron una movilización. Con perder clase ya está. Pero siempre, SIEMPRE, hay alumnos que saben lo que hay detrás, aunque sean 2 de cada 25, me da igual, y sus voces no pueden ser silenciadas con el paternalismo claustrofóbico (casi franquista si me dejo ir) de quien no toma en serio las motivaciones de una huelga. La falacia consiste en convertir en ley lo que no es sino un hecho repetido muchas veces, y si es verdad que muchos alumnos van a la huelga para perder clase, no les faltan razones DE PESO para sumarse a la protesta.

Puede que sean alumnos, chavales de quince años de promedio de edad, pero NO son gilipollas, no son marionetas, no son personas a las que tengas que dictar lo que deben pensar o lo que deben hacer.

Aunque no sean trabajadores en el sentido estricto del término (no están cobrando un dinero por asistir a unas clases), sí están haciendo un ejercicio de renuncia en señal de protesta: renuncian a aprender, a asistir a unas clases a las que tienen derecho, y van a perder todo un día de clases para demostrar su enfado con este gobierno fascista.

Estamos aquí para enseñarles nuestras materias, sí, pero también para ayudarles a desarrollar un sentido crítico, una capacidad que a nosotros NO nos enseñaron a entrenar cuando teníamos su edad.

Y eso pasa por encima de la ideología que cada uno de nosotros tenga.

Yo me considero una persona progresista, de izquierdas, que creo en la igualdad innata del ser humano, y no acepto que quien tenga el poder lo utilice para cercenar el espíritu crítico. Mis alumnos nunca me han oído pronunciarme en clase sobre temas políticos, ya que no considero que sea el escenario más adecuado para ello. Pero ellos ven, entienden, y creo que a partir de la cuarta clase saben de qué pie cojeamos cada uno. Eso NO es malo, porque somos personas. Y cuando algún alumno de derechas ha dado su opinión sobre algún tema que salía al hilo de la clase, yo siempre le he dejado hablar, he dejado que otros compañeros interviniesen, y si se me ha preguntado algo me he pronunciado. Eso también es educar. (Pongo como ejemplo el tema de la emigración y las influencias de la música africana en la música pop española, tema ante el que siempre surgen comentarios racistas y comentarios pro-mestizaje; es bueno que debatan, que piensen en voz alta y se equivoquen y busquen el camino).

Está claro que NO todas las opiniones son igualmente válidas. No. Ninguna ideología que pise los derechos humanos tiene cabida en nuestra sociedad.

Pero si los individuos de un grupo con menos experiencia, como es en este caso el de los alumnos, utiliza un recurso que tiene a su disposición el trabajador (por ahora aún se tiene, aunque el PP se encargará - ya lo han avisado - de revisarlo... hay que joderse), debemos RESPETAR ese derecho que están ejerciendo.

No podemos utilizar nuestras armas de profesor para obligarles a venir a clase el día de huelga.

A ver, una cosa es que yo haya puesto un examen para un día X desde hace tiempo, y luego surja la convocatoria de huelga. Ahí, ya se sabe, prevalece la fecha del examen. Siempre fue así y creo justo que siga siendo así, porque si no estaríamos perjudicando a los que no simpatizaran con la huelga y vieran modificada una fecha oficial.

Otra cosa MUY diferente es poner el examen ese día, después de saber que había una huelga. Ahí estamos coartando la libertad de nuestros alumnos de ejercer su derecho a la huelga. Ahí estamos boicoteando su intervención. ¡¿Qué clase de educadores somos?!

Ni podemos premiar a quienes NO hagan huelga, ni podemos castigar a quienes sí la hagan.

De por sí, el concepto de huelga implica una pérdida. Si los alumnos faltan a clase, ya están perdiendo seis horas de clase a las que tenían derecho. Si te faltan todos, puedes considerar que la clase de ese día está dada. Allá tú. Pero no los machaques por ello.

Si van a una manifestación o se quedan en casa a jugar al ordenador en casa, eso es cosa de ellos, no tuya.

No podemos ser más papistas que el Papa, no podemos aleccionar con la vara de mimbre, no podemos pisotear sus derechos. De ningún modo.

La enseñanza pública está en peligro, y si alguien me cree alarmista, tiempo al tiempo.

Del mismo modo que yo no los incito a que hagan huelga, no les pises la cabeza tú por hacerlo. No eres nadie para juzgar la legitimidad de su decisión. Estamos en democracia, y "su" opinión (al igual que "su" voto, en el caso de aquellos que ya puedan hacerlo) vale exactamente lo mismo que el tuyo. Igual. Aunque tripliques su edad. Da lo mismo.

Respetemos a nuestros alumnos, ayudémosles a pensar por sí mismos, no seamos pequeños dictadores de pacotilla.

¡¡A estas alturas!!

2 comentarios

Carlos -

Grande David. Grande.

julia -

Felicidades David!.Hace 31 años,imaginaba cómo sería el niño que estaba esperando,superas con creces todo lo que yo deseabaTienes los 31 años de la ilusión,de la coherencia,del mojarte,(pocas cosas nos vienen dadas,del tener una actitud crítica y poder expresarla,de la sensibilidad y de la ternura... y seguiría con muchas cosas másSigue siendo lo que desees ser y no permitas que nada te sea indiferente,ni pierdas la capacidad de sorprenderte.Y como hace 31 años vuelvo a agradecerte que estés siempre ahí,y me desahogue contigo aunque sepas que será hasta la próxima,egoísmo por mi parte pero a ciertas edades también podemos permitirnoslo aunque sea en pequeñas dosis.FELICIdADES y muchos BESOS.