Tirón de orejas a los conservatorios que quieren integrar las enseñanzas superiores de música en el sistema universitario
Desde que tengo uso de razón (si es que es posible decir eso, claro) la música, en particular, y los estudios artísticos (en general), han sufrido una discriminación que se deriva de la ineptitud de los dirigentes políticos de turno, por una parte, y de la zafiedad del gran público - no me refiero a quienes asisten a los conciertos, sino precisamente a quienes ignoran la liturgia que se establece en los mismos pero se permiten la licencia de criticar, menospreciar, rebajar el valor que tiene una buena formación musical, no solo para los intérpretes y compositores (que viven de la música y por tanto se les supone una sólida formación musical), sino también para el público. Un público con una buena formación musical permite el avance del arte musical, disfruta mucho más con la música y da un nivel cultural a su país que revierte en beneficio de otras artes, por no hablar del nivel humano. Un público ignorante, que no discrimina entre la música que escucha y al que le da lo mismo la calidad que la borralla es un lastre, un freno, que con su contumacia y su falta de interés dificultará enormemente el que haya genios en la música, y ya no sólo eso, frenará toda revolución musical, que muchas veces no es sino la respuesta artística a una serie de necesidades político-sociales que encuentran en este noble arte un medio de difusión muy eficaz.
Me parece incomprensible que los profesores que forman a nuestros músicos en los conservatorios superiores de música estén clasificados como "Enseñanzas de régimen especial", "Música y artes escénicas", dentro del cuerpo de Enseñanza secundaria. No lo concibo. Alguien me dijo no hace mucho que un profesor que dé clases en el conservatorio superior cobra un suplemento de tan sólo 100 y pico euros, en comparación con los profesores que imparten docencia en los conservatorios profesionales.
¿¿Cómo es posible que quien enseña al más alto nivel cobre un poquito más que quien enseña las primeras lecciones?? ¿Es esa la diferencia de sueldo entre un profesor de universidad y uno de instituto? Sabemos la respuesta. Entonces...¿?
La ignorancia, profunda y enquistada en nuestro país como un tumor maligno que nunca explotará del todo, es la causante de esta injusticia, por una parte. ¿Sabe la gente el número de horas que hay que ensayar al día para no perder los dedos en una pieza? ¿Sabe la gente que para enseñar a tocar un concierto del más alto nivel técnico y musical el profesor ha de ser capaz de interpretar sus pasajes más difíciles para poder guiar al alumno? ¿Puede alguien asumir el compromiso profesional de mantener su biena forma tocando los 30 y pico años que durará su docencia? Entiendo perfectamente que los conservatorios superiores de música de este país estén llenos de interinos y sustitutos, ocupando la mayoría de los profesores con plaza los puestos que hay en los niveles más bajos. Lo entiendo perfectamente. No se les valora, no se respeta lo duro que es su trabajo diario. Cada día deben vencer todas las trabas del mundo y más para arrojar un poco de luz en ese durísimo camino hacia el escenario que tantos alumnos recorren, invirtiendo en ello los mejores años de su vida, todas sus fuerzas, y mucho más.
Por otra parte, lo que subyace es la pésima estructuración de las enseñanzas artísticas en nuestro país, un país enfermo que tan sólo tiene ojos para realities, fútbol, prensa del corazón, mafias y trapicheos varios. Nuestra España es más la del Lazarillo de Tormes que la de Don Quijote de la Mancha.
La última estocada es la no igualación del título superior de música, en cualquier especialidad (ya sea en las especialidades instrumentales: piano, violín, clarinete..., ya sea en las teóricas: composición...), con los grados de Bolonia. Ya es lo que nos faltaba para el duro.
El Real Conservatorio Superior de Música de Madrid emitió un Manifiesto en el que solicitaba la integración de los estudios musicales superiores en el sistema universitario.
Muchos conservatorios secundaron el manifiesto, que podéis leer cliqueando aquí.
Las consecuencias de tal acto de insubordinación no tardaron en verse, recibiendo la visita de hasta tres inspectores en un mismo conservatorio, que se dedicaron a rastrear todo lo que podía estar mal: horarios, clases, etc.
Imaginaos que os para la guardia civil y no habéis hecho nada irregular, y entonces empiezan a buscar todo lo que es sancionable: documentación, neumáticos, luces, triángulos, chalecos, revisión ITV, ruedas de repuesto...
No podemos utilizar las armas del sistema contra aquellos que permiten su normal funcionamiento: si el poder avasalla a los ciudadanos a quienes debe proteger, tan sólo un paso nos separa de la tiranía.
La inspección educativa debe facilitar el normal funcionamiento del sistema, agilizar la relación entre padres, profesores y alumnos, debe velar por el cumplimiento de las normas desde una flexibilidad que dé cabida al factor humano; no puede ser una herramienta de opresión, no debe dar la razón mecánicamente siempre al mismo bando, no debe utilizar sus armas de castigo para aplacar la disidencia ideológica, tan necesaria en este puto país de paletos.
Necesitamos colaborar, no necesitamos que supervisen cada paso que damos.
No es de recibo el tirón de orejas preventivo, no es justo que se persiga al de la pancarta y se haga la vista gorda en otros casos.
No es necesario que nos manden duplicar papeleos que ellos ya tienen en las bases de datos: si tienen los resultados académicos del curso pasado en la memoria que nos mandaron cubrir, no viene a cuento que ahora nos den 5 días para volver a cubrir el porcentaje de aprobados por curso y materia.
No es ni legal ni justo que toda reclamación en 2º de bachillerato que llegue a Santiago en junio o septiembre se traduzca en un Nihil obstat que exculpe a alumnos que copiaron en exámenes y sólo dejan la tuya, saltándose la programación del departamento e incluso los informes detallados que sobre esos alumnos se hayan realizado.
Eso no se puede permitir. Pero lo hacen, ellos tienen el poder.
Si te exigen que cambies la descripción de dos asignaturas de tu programación porque en unos apartados no se ajusta a lo que piden, pero no entiendes a qué se refieren ya que toda tu programación sigue el mismo esquema en todas las asignaturas y sólo te piden modificaciones en dos de las cuatro que describes, no es de recibo el silencio administrativo con el que te responden. No lo es. Tú has tenido un plazo para arreglar el mundo y no has sabido hacerlo por no entender su petición, les has pedido ayuda y no te responden. Atrévete a dejar sin respuesta el requerimiento de un inspector, verás lo que te pasa... Tictac ¡¡expediente!!
Defecto de forma, esa es la gran excusa para regalar aprobados y obviar el tesón con que tantos profesores detallan los procedimientos y criterios de evaluación en sus asignaturas.
Pero debo ser justo: también hay personas que cumplen con su deber y ayudan a que esta pesada y oxidada maquinaria administrativa funcione un poquito mejor.
A todos ellos va dirigida mi petición: no persigan al pensamiento libre, sancionen a quien tengan que sancionar pero no entorpezcan el trabajo de tantos y tantos profesionales que cada día dan lo mejor de sí mismos para formar a sus alumnos. Ustedes han sido profesores también no hace tanto (bueno, en algunos casos sí), por lo tanto créannos cuando les decimos las cosas, cuando pedimos personal, cuando pedimos material, cuando pedimos justicia.
La música es un arte, pero incluso las artes tienen su nivel científico, su base matemática (en este caso), y aunque no todo cabe en las plantillas con que se valoran los objetivos y apartados y subapartados que cubren con tanto ahínco, sin un sistema serio, bien articulado, justo, que respete la materia que imparte, no vamos a ninguna parte.
Igualen las enseñanzas superiores de música a las enseñanzas universitarias, y no lo hagan por temor a movilizaciones o a ruido mediático: háganlo por justicia, porque tienen que estar integradas, y porque necesitamos de su profesionalidad y buen criterio para poder desarrollar exitosamente nuestro trabajo, que no es otro que el de formar personas.
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